Pitu Jiménez, ayer en su puesto en Sa Plaça de Maó. El madrileño se siente muy a gusto en la Isla | LL.O.P.

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Despacha en su puesto de trabajo con la misma exquisitez con que reparte juego en cancha, seduciendo al constante flujo de clientes con similar efectividad a la que irradia en el instante de anotar o defender. Educado, agradable interlocutor, incluso una dosis de la simpatía que desprende en la calle encuentra émulo, como una suerte de prolongación de su afable carácter, en su modo de desarrollarse en un escenario que no ha dejado de ser su pasión; el baloncesto. No cabe duda que tratamos con un ejemplar de excepción.

De lo más excepcional. Y no tan solo, que también, por tratarse de un perfil de denso trayecto en LEB capaz de renunciar al profesionalismo para comerciar con víveres en Sa Plaça des Mercat y por añadidura regalar al empobrecido basket local un repunte de calidad impensable en función de nuestros recursos actuales. La realidad es que Jorge 'Pitu' Jiménez Martín (Madrid, 1981), al margen de todo lo referido, es distinguido desde una óptica estrictamente insular como un tipo histórico. El único superviviente en nuestra latitud de la versión final del Menorca Bàsquet, aquella que celebró el ascenso deportivo a la ACB pocos días antes de desaparecer en junio de 2012.

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