El entrenador del Hestia Menorca, Oriol Pagès, trata de inyectar energía a sus jugadores desde la banda; el tramo de liga que resta reclamará el máximo al equipo insular. | Gemma Andreu

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El Hestia Menorca, tras someter en la noche del pasado sábado al Extremadura Plasencia en Maó (59-56), trazó una nueva zancada en dirección a su objetivo de conseguir la permanencia en LEB Plata, en lo que se distinguió una victoria tan fundamental como sufrida, contextualizada en un duelo de marcado carácter defensivo, circunstancia harto lógica en función del segmento de la temporada en que ambos conjuntos compiten, una serie A-2 por burlar el descenso en la que el temor al error, que penaliza en proporciones ingentes, es implícito al juego.

En suma, segundo éxito que se embolsa el equipo que dirige Oriol Pagès en los cuatro partidos que ha desgranado el trayecto de esta segunda y definitiva fase liguera –y octava en catorce duelos a efectos de una clasificación que contabiliza varios resultados de la fase inicial–, pero más allá de la estética que en su forma arrojó, cabe definir el triunfo de capital y comprender en él una suerte de impulso para acelerar hacia la salvación.

A continuación, evaluamos el poso que ha legado esta victoria en el seno y entorno del conjunto insular, así como otra serie de aspectos que la misma reafirmó, junto con otros que deben tener su repercusión, por positiva, en el tránsito por asegurar la plaza en el tercer nivel del país. Un repóker de motivos, el credo del Hestia Menorca.

Renta. La serie A-2, cuya hoja de ruta computa diez partidos respecto de la primera fase, consta de doce jornadas más, de las que ya se han consumido cuatro, el treinta y tres por ciento del recorrido, margen que el Hestia Menorca ha sabido optimizar, sobre todo con su reciente victoria sobre el Extremadura, para promover una pequeña brecha en su favor en la clasificación, de un partido sobre el corte del descenso, inexistente antes del fin de semana previo y que, en una competición de corto recorrido y considerable equilibrio como la que nos ocupa, empieza a tener un valor de consideración. De hecho, en ningún instante, tras cuatro jornadas de A-2, el equipo menorquín ha residido dentro de la zona de descens (8/6 de récord, tercero en la tabla).

Solidez defensiva. Con certeza, el equipo menorquín, especialmente en los finales de partido contra el Tormes en Salamanca, en Ávila o en la misma victoria conseguida al resguardo de Bintaufa el sábado previo, ha sufrido lapsos de desacierto que han cohibido su producción ofensiva, motivando incluso una elevada factura en forma de derrota en algunos casos. Pero opone a eso el grupo de Oriol Pagès una actitud y prestación defensiva de suficiente solvencia y eficacia como para garantizar victorias. El precedente extremeño en Maó, ejemplar al respecto. Los 58.5 puntos de promedio en contra aceptados en sus últimos dos partidos, también. La defensa concede victorias independientemente de la frescura que ostente el equipo en el plano ofensivo. Y los hombres de Oriol Pagès se vacían en ese aspecto.

Plantilla experta. La experiencia es un grado en cualquier ámbito. Más si cabe en un torneo sustancialmente integrado por jugadores en todavía edad de formación –el siguiente adversario del Hestia Menorca, el filial del Baskonia, ilustra esa máxima como lo hacen pocos paradigmas en la liga. Es otro de los réditos del equipo insular, que debe incrementar en peso y trascendencia a medida que avancen las jornadas, a cuanto más aumente la importancia de ganar o perder. Andrés Miso, Pitu Jiménez, Jan Orfila, Xavi Hernández, Andreu Matalí… muchas temporadas de bagaje ACB o en ambas LEB atesora el citado ramillete de expertos jugadores –e incluso alguna puntual en Euroliga, como el caso del alero madrileño, sin omitir las sesiones de entrenamiento con el mítico Dejan Bodiroga en su etapa en el Barça por parte de Matalí–, totalmente afianzado además en LEB Plata. Gente con oficio, con mucha brega en las canchas, lo que debe repercutir en beneficio del colectivo cuando el curso alcance sus instantes más térmicos y dramáticos.

Factor Bintaufa. En tiempos ACB, Bintaufa se labró una justificada fama de pista complicada. Un recinto abarrotado por cinco mil almas volcadas para con un proyecto sin igual en la historia del deporte insular. Pero el ambiente que se registraba en las canchas de Manresa o Fuenlabrada nunca fue inferior, en cuanto a atmósfera o animosidad, al que se disfrutó en Maó. Pues si entonces se aludió a la importancia del factor pista, en LEB Plata el Pavelló debe dar con una cumbre aún mayor. Ningún equipo en toda la liga reúne, ni de lejos, un aforo que se acerque al millar de asistentes. En la Isla, lo habitual ya es merodear –o rebasar– los dos mil… un resorte al que ha sabido aferrarse, y en lo que debe abundar en el futuro inmediato, el conjunto menorquín. El miedo escénico que genera Bintaufa debe contribuir también a decantar algunos puntos en pro de la salvación.

Estado físico. Con Duby Okeke plenamente restablecido tras un mes lesionado, tal y como demostró el interior de origen nigeriano en el triunfo sobre el Extremadura, y salvo molestias puntuales de algún jugador, inherentes al desarrollo de la propia competición, el equipo insular se enfrasca en el tramo clave de la A-2 –los últimos ocho partidos– con todos sus recursos en plantilla en perfecto estado físico, otro activo para las pretensiones menorquinas. La rotación de Oriol Pagès no se verá mitigada ni alterada en el momento cúspide de la temporada por mermas de perfil físico.