Richmond, en un partido, con su técnico, Rafa Monclova, atento a la acción | Melilla Baloncesto

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El Hestia Menorca inaugura mañana sábado en el Pavelló Menorca su ciclo en LEB Oro. Y lo hará ante el Melilla Ciudad de Baloncesto, club decano en la segunda liga, con una trayectoria que arroja ciertos paralelismos con el baloncesto menorquín y que viene de rescatar su plaza tras su descenso de categoría, y por añadidura su decanato, en los despachos, merced a la renuncia del CB Almansa.

Un aspecto, este último, que ha sido determinante también en la confección de su plantilla, puesto que entrado el mes de julio debió reconvertirse de un proyecto de LEB Plata, a otro para consumir una nueva campaña en LEB Oro, lo que motivó tener que forjar el colectivo aprisa, aunque con recursos económicos.

Fundado en 1991, el Melilla, bajo la denominación de Unicaja Melilla y en calidad de equipo filial del club malagueño de ACB, compitió en la antigua Primera División Nacional, entonces, tercer nivel del país por detrás de la Liga EBA (aunque siendo una liga de carácter autonómico o supraautonómico) hasta que en 1996 la FEB alumbró la actual LEB Oro (de inicio llamada LEB y luego LEB1, antes de adoptar su nomenclatura actual), de la que el club norteafricano formó parte desde su primera temporada, la 1996-97, en la que también debutó el antiguo Menorca Bàsquet bajo el impulso de su entonces presidente, Paco Llull. Gente como Dan Godfread, Gaby Ruiz, Jesús Lázaro, Cedric Moore o Curro Ávalos, todos ellos después con minutaje ACB, desfilaron por el equipo melillense en los años previos a su incursión en el estadio LEB, en el que no tardaría en impactar.

Así, en 1999, año en que el viejo Menorca disputaría su primera eliminatoria final por el ascenso a la ACB, en los meses previos a ello, el Melilla le arrebataría el título de la Copa Príncipe de Asturias (ahora Princesa), celebrada en Alicante (93-85), pero terminaría cayendo también en el último peldaño previo a la máxima categoría (Gijón y Breogán, los verdugos de menorquines y centro africanos, respectivamente).

En 2001, derrotando como anfitrión al Manresa en la final, el Melilla se hizo con su segunda Copa Príncipe, y tras casi una década sin ser protagonista en los playoff ni en la liga, en el curso 2009, de la mano del entrenador valenciano Paco Olmos (quien al año siguiente, ficharía y ascendería al Menorca a la ACB) y con el base argentino Diego Ciorciari como principal referente en la cancha, el conjunto de la ciudad autónoma firmó una de sus mejores campañas, siendo subcampeón de Copa y cayendo ante el Alicante en la final de la Final Four por el ascenso a la ACB.

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En 2010, con tipos como Taylor Coppenrath, quien después también jugó en la Isla, el Melilla conquistó su tercera Copa, pero cayó en la penúltima ronda contra el Tizona Burgos. En 2012, en una de sus campañas más brillantes y de nuevo cruzándose el Menorca Bàsquet en su camino, el Melilla jugó y perdió la final por alcanzar la ACB (3-1 para el cuadro menorquín, que sin embargo desapareció unas semanas después).

En 2013, por contra, el Melilla selló un descenso deportivo a LEB Plata que no cristalizó a causa de renuncias y desapariciones de ‘terceros’, y tras un trienio de mediocridad, el club repuntó en 2016, en que cedió ante el Palencia la última final de Copa que alcanzó y logró su primer ascenso deportivo a la ACB, que desestimó al no poder asumir las exigencias económicas que entrañaba el mismo. En 2018 anduvo de nuevo cerca del éxito deportivo (el Prat le apartó del ascenso). Fue su canto del cisne, abriendo entonces el cuadro del norte de África un retroceso en cuanto a resultados que tuvo el colofón en el descenso del curso anterior, evitado producto de la renuncia del Almansa a seguir en LEB Oro.

Un fracaso en la pista en cierto modo inesperado por el colectivo que reunió el equipo al que dirige el exBàsquet Inca Rafa Monclova, y que propició el citado retraso en el momento de acudir y operar en el presente mercado estival.

Con todo, el Melilla ha logrado conformar un bloque experto y no falto de talento, con recursos en el perímetro (Ryan Richmond, el exBarça Andrija Marjanovic, Parker Van Dicke) y en la zona (Hasan Varence, el ex San Pablo Marc Norelia, y el pívot búlgaro Lepichev, su última adquisición en ese sentido) y afán de aro, aunque fundamentalmente funciona por rachas y embates de juego, lo que se traduce en irregularidad, al menos así se ha percibido en la presente pretemporada, en que el equipo centroafricano ha sido capaz de caer por -40 contra San Pablo Burgos y apenas un día después ganar a buen nivel al Tizona Burgos.

Un equipo que pese a todo llega a la Isla con un balance positivo en el periodo preparatorio (3-2) y con un promedio anotador de casi 82 puntos, que tiene por meta, y así lo admitió su técnico hace unas semanas, forjar un proyecto competitivo y que erradique la mentalidad negativa que ha predominado en su vestuario en las últimas tres temporadas. En suma, el Melilla, un decano con peligro, rival y amenaza del Hestia Menorca en su histórico estreno de mañana en LEB Oro.

El apunte

Contener «sus rachas y su ritmo de juego», clave según Zamora

Nadie mejor que Javi Zamora para analizar lo que es, y lo que puede deparar como equipo, el Melilla Baloncesto. El técnico madrileño, que en la mañana de este jueves inauguró el ciclo de ruedas de prensa previa al partido, de la temporada 2024 que arranca mañana el Menorca ante el cuadro norteafricano, destacó de este su capacidad para jugar a campo abierto y con ritmo, al margen de subrayar su condición de plaza clásica en el universo LEB.

«Melilla, un equipo y una ciudad mítica en la LEB Oro. Además, cuentan con un entrenador con muchísima experiencia, y es un equipo que se caracteriza por su capacidad para anotar y por su ritmo», analizó de inicio Zamora.

«Es un equipo al que le gusta jugar alegre y ser valiente, Cuenta con grandes tiradores, tienen tres jugadores de un perfil similar en la línea exterior, aunque quizá Van Dicke tenga un poquito más de registros... dos súper tiradores, un ‘4’ como Hasan, Richmond llevando el pulso del equipo, el ‘timing’, un tipo duro en la zona como Lepichev, que les da equilibrio, rebote, músculo y presencia... en definitiva, un equipo al que le gusta correr, jugar con un alto ritmo y que basa su juego en una capacidad ofensiva importante», abundó Zamora.

Para contener todo ese catálogo de virtudes ofensivas, Zamora considera clave, a partir de que «a nosotros también nos gusta correr y jugar con ritmo», precisa, tratar de «frenar sus rachas de anotación. Es un equipo que necesita de esos momentos de combustión; y ahí tenemos que estar serios desde la defensa, y sujetando el rebote», añadió el técnico.