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Cuando un equipo tiene bajas sensibles y numerosas, comete errores de concentración, no tiene capacidad de reacción ante los goles del rival y se traga un viaje aéreo alucinante deprisa y corriendo, lo más normal es que acabe perdiendo. Y eso es lo que ocurrió ayer en la ibicenca Santa Eulària des Riu al Mercadal, que cayó goleado por 4-0 sin comerlo ni beberlo ante una Peña Deportiva que hizo lo justo y se aprovechó de todo junto.

Los de Matías Fernández jugaron sin brillo pero con mucha solvencia, consiguiendo la quinta victoria, tres consecutivas, desde que el técnico madrileño se hizo cargo del Peña, un equipo que sin hacer ruido ya es cuarto en la clasificación, buscando una posición de ascenso que, por diseño de plantilla, es donde tiene que estar.

¿El Mercadal? Aguantó lo que tardó en encajar el primer gol. Veinte minutos. No es que jugara mal y el Peña hiciera un partidazo. Lo que le ocurrió es que no tuvo capacidad de respuesta y que los minutos le iban pesando demasiado. Tuvo un par de ocasiones de Camps con sendos disparos desde fuera del área en los primeros compases del partido, pero poco más.

El primer gol lo empezó a fabricar Edu Moral cuando estrelló un balón en el palo. Pando vio el desmarque del atacante mallorquín, que salvó la salida del meta Barceló y su disparo se topó con la madera tras tocar antes en un defensor del Mercadal. En la siguiente acción Moral puso el 1–0 con un remate de cabeza tras un servicio de córner que peinó Casañ. Y antes de la media hora Pando armó un obús desde la frontal que batió a Barceló. En un pim-pam, tan sólo 7 minutos, el partido estaba ya cerrado.

En el segundo tiempo se fueron consumiendo los minutos. La Peña controló el partido y aprovechó al máximo sus oportunidades, pero sin hacer nada del otro mundo. Simplemente, el Mercadal no encontraba respuestas a su esfuerzo. Un jugadón de Fofi acabó en penalti que transformó Bauti. En el tramo final, Rubén Martínez marcó a placer tras pase de la muerte de Salinas para establecer un definitivo 4-0 que, quizá, fue excesivo como resultado pero no como para hablar de derrota injusta.