Barrera azulgrana. El Menorca fue capaz de frenar a un Nàstic que no presentó demasiados apuros a pesar de que se adelantó en el marcador al borde del descanso - Gemma Andreu

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El Menorca dio una bocanada de aire fresco y puro ayer a costa de un Nàstic de Tarragona que casi ganó sin querer. El conjunto catalán, afincado en tierra de nadie en la tabla, llegó a Maó desganado en comparación con la necesidad imperiosa local. Los azulgrana llevaban desde la jornada 11 sin conocer la victoria y dos goles de Marc Urbina, el segundo en el minuto 88, les permitieron romper la mala dinámica y salir de los puestos de descenso. No fue un partido atractivo pero a diferencia del argumento que se venía repitiendo en los últimos tiempos en los que los mahoneses cedían puntos en los instantes finales. En esta ocasión doña Fortuna le guiñó el ojo a Vidal y compañía.
El planteamiento y el posicionamiento de los dos equipos fue evidente desde el primer momento. El Menorca, ahogado en la zona de descenso y con la posibilidad de salir con un triunfo, salió a por los tres puntos. El Nàstic, por su parte, padecía la típica apatía del conjunto que, sin opciones al título y con la permanencia prácticamente asegurada, va quemando jornadas hasta que lleguen las vacaciones de verano.

Lluís Vidal probó con Biel en el lateral, la única variación del esquema tipo que viene utilizando. Con Izan asentándose cada vez mejor en su función de doble pivote, los delanteros, Urbina y Camps, debían buscarse la vida porque la medular conectaba poco y mal con la vanguardia. Camps, por su parte, se peleaba con los centrales rascando córners y faltas de donde no había nada. Como la del minuto 13 en la que Urbina, escorado en la izquierda disparó fuera por poco. De hecho, parte del público la celebró como si fuera un gol porque el balón impacto en la red de detrás de la portería. Una lástima.

Los dos equipos ofrecían una imagen tacaña en cuanto a ocasiones. El Menorca lo intentaba pero es que del Nàstic no había noticias más allá de la línea de medio campo. En el 27, Urbina, algo individualista, chutó alto cuando tenía un pase a la izquierda a Camps con mejor posición.

El portero Enric Barber acusaba ligeramente los nervios del duelo. Cada cesión para que despejara acababa en un mal chut, bajo y desorientado que iba a parar a los pies de los medios catalanes. La única opción visitante hasta el momento fue un gol de cabeza bien anulado al gigante delantero centro Juan. La segunda llegó a balón parado en una falta que botó Calavera, tocó en la barrera y en la que Enric tuvo tiempo de rectificar y despejar a córner con la yema de los dedos. Paradón.

Como viene siendo habitual, el visitante marcó sin merecerlo. Fue en el 45, en un córner que Iván remató en el área pequeña. Juan y sus 190 centímetros entorpecieron la visión a Barber y su compañero empujó a gol. De ahí al descanso, un suspiro y cientos de lamentos. Mención a parte para el grupo de madres de los menorquinistas que ejercieron como tales de camino al vestuario brindando un aplauso extra intentando consolar a sus muchachos.

De entrada no hubo reacción por parte local. El Menorca debía aprovechar que ahora tenía el viento a favor. Lo intentó en dos córners aunque sin mordiente. En el 59 una internada de Gómez acabó en un rechace para Iván con toda la portería para él. Afortunadamente Biel interceptó con la cabeza un disparo que iba directo a gol. Las sensaciones, tras la reanudación, eran mejores para los visitantes.

En el 65, una falta de Xisco Martínez a la escuadra la sacó Caco con una estirada monumental a córner. Clave fue la jugada ya que al botar el saque de esquina, Geri empujó a NnBama, que había entrado en el descanso por Izan, y el colegiado pitó penalti. Urbina lo chutó, Caco le adivinó la intención, pero el delantero marcó en el rechace. 1-1 y lavado de imagen.

En el área local, al minuto, Juan protagonizó un piscinazo cuando Enric le paró el balón y el colegiado lo sancionó con amarilla. El intercambio de posesiones se mantuvo hasta que en el 80 el Menorca pudo adelantarse. Centro de Xisco que peina Domi y el balón se pasea en el área huérfano de rematador.

Cambió el dibujo Lluís Vidal, al 4-1-3-2 para buscar más pegada. Y surtió, con una jugada preciosa entre Pareja, que dejó a Urbina, éste cedió a Camps y amagó con chutar pero la puso al segundo palo donde llegó Urbina como una exhalación. Gol, 2-1 y delirio en el 88. La fortuna, ausente en otras citas, regresaba a Maó.

Vidal amarró el resultado con la entrada de Sergi Serra. Rugieron las madres menorquinistas al ritmo del mediático "se puede" y los padres sonrieron en silencio. ¿Los chavales? Como si hubieran ganado una Copa de Europa. Un pequeño gran paso y una inyección de moral inimaginable. Quedan ocho finales.