Juan Bravo, nuestro menorquín embajador en este Campeonato del Mundo 2014 de Brasil, sigue aprovechando, y de qué manera, su estancia entre los astros del fútbol mundial

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Ayer tarde volé a Río de Janeiro tras cuatro días en Salvador. El viernes por la mañana nada hacía presagiar lo que ocurrió al final del día. La plaza principal del Pelourinho se convirtió pronto, por la mañana, en una fiesta puramente holandesa. Los pocos españoles que estábamos por allí hasta la hora de partir al estadio Arena Fonte Nova no teníamos nada más que añadirnos a esta fiesta tan bien organizada por ellos, supongo, desde hace tiempo. Era lo único que podíamos hacer para disfrutar un poco de ambiente mundialista. Mucha gente de aquí y latinos nos preguntaban dónde era la fiesta de España….

Decir que la proporción era 50 a 1, sería correcto. Unos 5.000 por 100 quizás. Ya después, en el estadio, se compensó un poco más; pero nos ganaban por goleada, nunca mejor dicho. Realmente me preguntaba si este jolgorio y felicidad que tenían los 'orange' con su gran fiesta, qué les iba a deparar si perdían por la tarde, algo que yo pensaba realmente que iba a ocurrir. Me equivocaba. No tuve ocasión de comprobarlo y ciertamente tras la debacle fueron bastante educados y benevolentes con nosotros después del baño que nos dieron en la segunda parte; y también por la trompa de agua que cayó una hora después de finalizar el encuentro. La lluvia hizo que a las 8 horas casi todo el mundo abandonara el Pelourinho– barrio céntrico de la ciudad– rumbo a sus hoteles.

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