De lealtad en azul y blanco. Los únicos colores presentes en la trayectoria vital de un espécimen deportivo poco habitual. | Javier Coll

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Santi Quevedo (1981) ha invertido 28 de sus 33 años cumplidos en la sección de fútbol del CCE Sant Lluís. Toda una vida. Y la mayoría bajo los tres palos. Hoy pone el punto final a una trayectoria que no se entiende sin unos guantes colocados en sus manos.

Los inicios se gestan en casa. «Mi padre fue portero». Aunque verle jugar, «tengo recuerdos muy vagos». El álbum fotográfico hace el resto. Iniciado como jugador de campo, en la demarcación de delantero, con apenas cinco años. «No sé cómo decidí hacerme portero», fue en el paso a la categoría alevín y al campo de grandes dimensiones. «Quizá porque era la posición en que menos se corría», ríe.

En el ascenso de niveles que marca el paso de los años «Javi Fluxá fue siempre mi espejo en el club. Un referente que ha acabó siendo un excelente compañero y un gran amigo. Mi deseo era jugar con él y lo logré un par de temporadas», antes que tuviera que abandonar la práctica deportiva por motivos de salud.

El paso de las temporadas «ha incrementado siempre mi pasión por este deporte, al contrario que en muchos casos». Nunca se planteó abandonar la portería. En el bagaje, los tres títulos de liga y uno de copa conseguidos en edad juvenil, con Miquel Valera y Elías Noval de entrenadores.

El balance lo cierra con una cuenta pendiente, «no haber rubricado con un título de Copa Regional». El Sant Lluís cayó en semifinales las dos últimas ediciones, «producto del buen trabajo realizado por el técnico Moyano, que ha imprimido al equipo el estilo que tenía como jugador».

Quevedo ha formado a los porteros de la base desde la llegada de José Ángel Moyano. Miembro también de la junta que preside Rosendo Pons, «seguiré vinculado al equipo de regional de algún modo».