Guillem Martí, un tipo que ha jugado en la Liga Europa, será uno de los grandes estímulos de la Regional, al igual que su equipo, un Mercadal que hace solo cuatro años aspiró al ascenso a Segunda B y ahora concede mayor lustre al circuito local | Gemma Andreu

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La Regional menorquina gana rango. La caída del Mercadal al contexto insular, además de clausurar su lapso ininterrumpido de once años en Tercera Balear, deja el fútbol menorquín desprovisto de representación en la categoría autonómica por vez primera desde que la competición se implantó en su formato y composición actual, en el albor de la década de los 80 –circunstancia asimismo alimentada por el hecho que desde 2012, en que lo consiguió el Penya Ciutadella, ningún club de la Isla ha logrado ascender.

Un hecho tan inédito en el pasado –y es que con anterioridad a la Tercera del presente, y salvo en el curso 70/71, desde 1950 hasta ahora Menorca siempre contó presencia en las competiciones del Archipiélago– como preocupante apunta a ser en el futuro de postergarse la coyuntura, pero que por contra arroja otra lectura, que atañe al escenario local; la Regional menorquina por vez primera en algo más de medio siglo pasa a ser nuestro cénit competitivo –en lo que respecta a ‘primeros equipos’, en tanto que en un ámbito más genérico cabe atender a la presencia del Villacarlos en la División de Honor juvenil–, además de que se postula, a priori, como una de las más exigentes de los últimos tiempos, si bien en ningún caso la más concurrida, puesto que solo una década atrás, en 2008, la misma alcanzó un tope de participación de doce equipos –con Norteño y Villacarlos, en el presente sin actividad en la categoría, entonces en liza.