Mingo Rosselló posa con la costa menorquina como telón de fondo, en la casa que posee en la Isla, en la zona de Ciutadella. | D.R.

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Francesc Domingo ‘Mingo’ Rosselló Roca es uno de los futbolistas más legendarios en la cronología del fútbol menorquín. También de la centenaria UD Mahón. Su hoja de ruta es impactante. Barça, Espanyol, Betis, Rayo Vallecano, Sabadell... los destinos donde desplegó su talento y su fútbol fueron selectos y variados, hasta el punto de convertir la Primera División en su hábitat cotidiano. Hombre de área, dotado de gol y recursos, el origen de su sobresaliente trayecto, sin apenas parangón en nuestra latitud, nos remite a la Unión, donde Rosselló hizo su incursión como firme promesa, en 1963, para, un cuatrienio después, en 1967, emprender rumbo al Barça y empezar su leyenda.

¿Qué ha significado para usted jugar en la ya centenaria UD Mahón?
—Todo. Significó todo para mí. Vivía en Fornells, que de haberme quedado allí, ahora sería pescador o zapatero. Intentaron ficharme del Atlètic Ciutadella, al verme en una pachanga en el Pla, aún no estaba el restaurante, pero un ‘primo’ mío, Tolo Rosselló, me dijo ‘tienes que venir con nosotros’, e hice la prueba en la Unión. José Valle era el entrenador. Jugué muy bien y a partir de ahí empecé en los juveniles y luego en el primer equipo, en Tercera División. El primer año (1965-66) estaba Bustillo y jugué muy poco. Pero al año siguiente, él se fue al Zaragoza y fui titular. A los cuatros meses fiché por el Barça (en enero, aunque finalizó la temporada en la UD Mahón). Jugar en la Unión, me dio pie a fichar por el Barça, estar en el Barça me dio pie a tener una carrera, mi vida, estabilidad, bienestar, una buena familia, hijos, nietos, una casa... por lo que jugar en la Unión significó todo para mí. Gracias a jugar en la Unión, he podido conseguir todo lo que he conseguido.

Jugó en la Unión en una de sus épocas doradas. Bustillo, Planas, Lorenzo, Massanet, Acisclo... dos ligas de Tercera, la de 1967 invictos, dos fases de ascenso a Segunda, ante Jerez y Eibar ¿Cómo recuerda aquella etapa?
—Yo era un crío. Y perdimos la fase de ascenso, no es un gran recuerdo. Si hubiese tenido un par de años más de experiencia, creo que habría sido diferente, no solo por mí parte, sino el comportamiento del equipo en general. Me habría echado el equipo a la espalda, pero yo era un niño, el más joven del grupo, y en Eibar estuve como atolondrado. Carecía del saber estar en el campo que sí aprendí cuando llevaba un par de años en el Barça. Lamenté mucho esa derrota.

En cualquier caso, recordando aquella época, seguro que los recuerdos son buenos.
—Sí, no perdimos ningún partido en toda la liga de Tercera, y encima no tocó la liguilla con el Eibar, un club que ha estado en Primera y que entonces ya tenía un cierto potencial, y nosotros éramos un equipo de barriada. Guardo un buen recuerdo de todo aquello, pero cuando me viene a la mente, siento de verdad la derrota y pienso en que, de haber tenido mayor experiencia, seguro que habría hecho más en esa eliminatoria. Ganamos con claridad en el campo del Baleares, del Ibiza... En cambio, en Eibar, nos faltó intensidad, aunque no hicimos mal papel.

El año anterior, en 1966, el verdugo fue el Jerez, con un ‘recordado’ arbitraje de Menéndez de León. ¿Era ese otro condicionante para los equipos menorquines de la época, los arbitrajes que sufrían fuera de casa?
—Bueno, en Menorca pensamos a veces eso en relación a Mallorca, en Barcelona en relación a Madrid, siempre comparamos que si esto o lo otro... Lo hacemos todos. Yo a veces me enfado cuando el árbitro se equivoca contra el Barça, pero esto será siempre así.

¿Cómo recuerda a la gente de la Unión, su entorno?
—Es una familia, y era como tu familia. Gente normal y nosotros teníamos un trato normal, cercano, no como ahora, que los jugadores están endiosados, son engreídos y aunque deberían bajar de la nube, no lo harán, porque entre vosotros, los periodistas, que les dais un trato de deidad, y el mundo que les rodea en general, hace que se crean todos Leo Messi. Que, por cierto, Messi es de los más modestos y normales, al igual que Xavi. Soy de la asociación de veteranos del Barça y a veces, para que los jugadores del primer equipo te saluden en el hotel, no veas. Yo en mi etapa, era mucho más terrenal, y también jugué en Primera y en buenos equipos y con muy buenos jugadores, gente de prestigio. Ninguno se manejaba con esa ‘áurea’ como hacen los de ahora.

Y en su época de la Unión, ¿cómo recuerda la rivalidad que había con el Menorca? Después vivió otras como Barça-Español y Betis-Sevilla.
—Era muy diferente, por ejemplo, a la que había entre Barça y Espanyol, o entre Betis y Sevilla. Unión y Menorca éramos rivales, pero a excepción de unos pocos radicales, que los había en uno y otro bando, ibas a tomar una cerveza con los del otro equipo. En el Menorca estaba ‘Checho’ Hernández, Pedro Prats... éramos amigos. Después en el campo, cada uno defendía sus colores. La gente sí era forofa, pero sin llegar al extremo de Betis y Sevilla o Barça-Espanyol. En el Sevilla, era amigo de Pedrito Berruezo, que murió, le dio algo en un campo y después murió. Pues era amigo de él y de dos o tres más del Sevilla. Íbamos con Benítez, del Betis, a tomar algún vinito y tal. Y cuando estaba en el Espanyol, estaba cedido por el Barça y estuve un par de meses ‘bastant fotut’. Tuve suerte de Cayetano Re y Jesús Glaría, que me apoyaron, pero el resto no querían que jugara. Porque si yo jugaba y destacaba, el Espanyol habría estado formando a un jugador que el año siguiente volvía al Barça y, además, cortaba la progresión de algún jugador del Espanyol. Teníamos un entrenador chileno, Fernando Riera –exseleccionador de Chile y subcampeón de Europa con el Benfica– que me dijo ‘que no podía romper el grupo’ o algo así. Pero entrené duro, luché y después de un par de meses difíciles, terminé jugando y bastante bien.

¿Y a nivel insular?
—Y en cuanto a Menorca y Unión, era más una rivalidad de público que no de jugadores. El público forofo, me refiero, porque el aficionado digamos normal, era aficionado, y un buen aficionado, ya fuera de la Unión o del Menorca. Pero después, por motivo de relaciones familiares, comerciales y tal, llegaba el lunes, hacían una coña y se acabó. Te digo, no era lo del Espanyol. Yo al haber jugado allí, los veteranos aún me dicen que soy ‘periquito’, y eso que estuve allí solo un año… A mi el forofismo sano, me parece bien, pero actualmente, la cosa está más radicalizada, y no solo en fútbol, en la sociedad en general, palpas que hay como odio entre la gente.

Trazó, al salir de la Unión, una carrera deportiva muy por encima de la realidad deportiva de la Isla. Barça, Espanyol, Betis, Rayo, Sabadell... ¿en algún momento se planteó volver a la Unión o a Menorca?
—Hice algunos planes, cuando estaba fuera, compré una propiedad en Maó, por si venía a vivir, tener algo aquí. Pero la verdad, veía que no vendría a Menorca, puesto que las cosas me iban bien. Jugaba en el Rayo, ganaba dinero, luego el Espanyol, el Betis. Gané dinero, hice contactos, entablé amistades; después conocí a la mujer con la que estoy casado, en Sabadell, lo que motivó que fijara mi hogar en Catalunya, donde hice mis negocios. Vi claro que no volvería a la Isla.

En 1974, usted ya llevaba siete años jugando fuera de la Isla, por lo que la fusión entre Unión y Menorca le coge a distancia. ¿Tiene opinión sobre aquello?
—Sí, tengo opinión. Y la verdad, aquello no me gustó y además no funcionó, la prueba de ello es como terminó. La historia es muy difícil de tumbar, y esa cosa que tiene la Unión, un club centenario, el Menorca que también es centenario... total, aquí llegaron unos señores y dijeron ‘ale, para que no discutáis, ahora solo habrá un equipo y lo meteremos todo ahí’, sin tener en cuenta que allí había un sentimiento, gente que era de la Unión, otros del Menorca.

¿...?
—Creo que la fusión fue un error, y ha quedado demostrado que lo fue. Personalmente lamenté aquello, nadie me llamó para preguntarme mi opinión, pero lo sentí mucho. Es como si quisieran unir Betis y Sevilla, si bien aquella rivalidad es de una dimensión muy superior, pero es impensable. El Betis es un club, como la Unión, de raigambre popular, gente del pueblo, y el Sevilla es el equipo de los señoritos, y esos nunca van a congeniar, principalmente porque hay una gran aversión entre ellos. Y la Unión, pues tenía un equipo del pueblo, con toda una barriada, en torno a San Carlos, que disfrutaba con el fútbol. Y los otros, pues un poquito más señoritos... la verdad, no era viable unificar todo en una sola cosa. Siempre pensé, cuando se produjo la fusión, que no funcionaría, y el tiempo así lo ha demostrado.