Nil Cubas, en acción durante un partido | Gemma Andreu

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Fiel (y principal) exponente de la nueva generación de árbitros menorquines, Nil Cubas Torras (Maó, 1998) hace balance del que ha sido su primer año impartiendo justicia en Segunda RFEF. Tras lustros forjando su estilo, personalidad y conocimiento en los campos menorquines primero y de todo el Archipiélago después, la recién terminada temporada 2022-23 ha sido la del estreno del colegiado mahonés a nivel nacional.

Una primera incursión en el contexto estatal que Cubas ha superado con nota, pero que por encima de cualquier otra consideración ha destacado como una suerte «de aprendizaje», indica el trencilla.

«El primer año siempre es de aprendizaje; sirve para conocer la categoría, para conocer a los equipos, a los jugadores... En definitiva, para saber del funcionamiento de una categoría semi-profesional», revisa Nil Cubas, que ha podido calibrar también, en su campaña de debut en la cuarta liga estatal, «la presión y la repercusión» que implica arbitrar a ese nivel, especialmente cuando se aproxima el momento cumbre de la temporada, «y hay ascensos y descensos en juego, pues en las primeras jornadas, todo es más tranquilo».

A título individual, Nil admite haber tenido «partidos mejores y otros peores», pero no niega que durante el año ha sido complicado desprenderse de la incertidumbre que siempre rodea a un árbitro debutante, «por aquello de si mantienes la categoría o no», precisa, aunque se siente satisfecho porque «al final consigo quedarme un año más en Segunda RFEF».

Otra de las grandes diferencias entre dirigir partidos de ámbito balear a hacerlo en citas de impacto nacional radica, expone Cubas, «en que en Menorca o en Balears nos conocemos todos; a nivel nacional, el abanico se amplia». «Cuando arbitraba aquí o en Mallorca, pitaba a menos equipos, a menos jugadores. Después de cinco años en Tercera, existía una confianza, un vínculo con la gente; ahora es totalmente diferente, pero seguro que con un segundo año, mi experiencia y conocimiento del hábitat, de los jugadores también serán mayores», reflexiona Cubas, que ha pasado de gestionar partidos «con casi siempre los mismos equipos» a apenas «pitar dos o tres veces en todo el año a un mismo equipo», lo que dificulta el proceso «de preparación de los partidos». Relativo al trato con los jugadores, Cubas entiende que «hay de todo».

«Siempre hay jugadores que te tratan mejor, otros peor, pero lo cierto es que no he tenido ningún conflicto con nadie, y quiero pensar que eso es algo positivo», señala en ese orden.

Nil, que obviamente aspira a poder disfrutar de una rápida progresión en el mundo del arbitraje (su siguiente objetivo, en ese sentido, se denomina Primera RFEF), es consciente sin embargo de que tendrá que granjearse un hueco en competencia «con los mejores árbitros» del país. «Es un trayecto difícil, pero intentaré hacerlo lo mejor posible; si he llegado hasta aquí es que vamos por buen camino», añade.

Condicionantes

Pero el itinerario hacia la elite del arbitraje español también alberga un reverso menos amable al margen del campo de juego, de las cámaras... a menudo vinculado con la logística y que afecta, de lleno, a la rutina diaria, laboral (y en muchos casos familiar).

«Sí, por ejemplo los viajes suponen sacrificar mucho tiempo, y hay que compaginarlo con el trabajo… muchos partidos son el domingo por la tarde, y desde Menorca es más difícil encontrar billetes de avión. Lo más duro son las escalas. Cuando vas en coche, como otros árbitros de la Península, coges el coche y vas a tu aire, pero la realidad es que, en mi caso, entregas un fin de semana entero para pitar durante un par de horas, pues tienes que viajar el día antes y a veces no es fácil volver el mismo domingo», detalla el colegiado menorquín.

Pero matiza, Nil Cubas, para concluir. «Es un mundo, el del arbitraje, que, si te gusta, lo disfrutas mucho. He tenido la oportunidad de conocer a mucha gente, compañeros que acaban de subir a Segunda División, a Primera, ves mundo… en realidad, es como una inversión, dedicas tu tiempo a algo en lo que quieres llegar lejos».

El apunte

Bermúdez y Carbonell; referentes y mentores

Nil Cubas no olvida ni a los compañeros ni a los árbitros más veteranos que le han ayudado en su trayecto. En suma, el trencilla menorquín no quiere dejar de hacer alusión al gremio arbitral insular.

«Todo lo que he logrado es gracias a la escuela de árbitros de Menorca, sin la ayuda de Pau Carbonell, o de otra gente, como Salvador Fornés, Miquel Guardiola y, sobre todo, Pedro Bermúdez, yo no habría llegado hasta aquí», desvela Cubas, que, abunda en ese sentido, «el mérito de lo que es ahora la escuela de árbitros es de Pau (Carbonell) y de (Pedro) Bermúdez. De hecho, sin Bermúdez, no habría conseguido ninguno de mis ascensos, le estaré eternamente agradecido por todo lo que ha hecho por mí», termina Cubas.