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Como un ave fénix que muere entre las llamas y resurge de sus cenizas poco después, se presentó España en los octavos de final del Mundial. La Roja murió ante Japón, y renació ante Suiza, en un partido que era 'cara o cruz' por el billete a cuartos. Y la selección eligió hacer historia, romper su maldición en las fases eliminatorias y clasificarse a la siguiente ronda.

El paso de la selección helvética por la fase de grupos —ni un solo gol encajado en tres partidos— revelaba que el equipo de Jorge Vilda se enfrentaría a un partido muy similar al que habían planteado las Nadeshiko: cerrado en defensa y acumulando jugadoras detrás del balón, esperando un contraataque en el que matar a España.

Pero la Roja ya no era la misma que había perdido ante las niponas. "A veces las derrotas son necesarias para la evolución y el crecimiento del equipo", había asegurado Jorge Vilda en la previa. Y no le faltó razón, porque su equipo —un once revolucionado con cinco cambios: Cata, Oihane, Laia Codina, Esther González y Alba Redondo— no solo dominó desde la posesión, como acostumbra, sino también en facetas en las que había sufrido ante el combinado japonés.

La recuperación de balón tras pérdida

Si España sufrió tanto en los contragolpes —letales— de Japón, fue en gran parte culpa de la falta de agresividad en la recuperación de balones tras pérdida. Para octavos, donde no tenía el mismo colchón que en fase de grupos, aprendió de sus errores y se empleó a fondo en la presión para evitar que Suiza se replegase y amenazase su portería. De esta manera, provocó 88 pérdidas de balón de su rival y tuvo una posesión del 62%.

Las segundas jugadas y el acierto

La agresividad en fase defensiva, para recuperar balones rápido, fue fundamental en otros dos aspectos: las segundas jugadas y el acierto de cara a portería. No siempre puso la Roja el balón en la red a la primera, también lo hizo necesitando otra oportunidad. Por eso, fue fundamental la garra y la insistencia para ganar las segundas jugadas y aumentar las probabilidades de hacer gol. En este sentido, España disparó 25 veces, 10 a puerta, y marcó cinco goles.

El juego por las bandas

Mariona y Salma chocaron una y otra vez con un muro al intentar penetrar la férrea defensa japonesa, especialmente al ir hacia dentro. Eso cambió ante Suiza. La balear no saltó al verde y la aragonesa partió desde la izquierda, con Ona Batlle como escudera, y Alba Redondo en la derecha, junto a Oihane. El cambio y el ajuste táctico funcionaron a la perfección: España completó 14 centros, seis cambios de orientación, rompió 132 líneas, 12 de ellas defensivas, y sumó 27 internadas por el carril izquierdo y 37 por el derecho.

Se abre un debate: ¿funciona la pareja Alexia-Aitana?

Aitana Bonmatí fue la líder de la selección española frente a la Nati en los 77 minutos que estuvo sobre el terreno de juego. El ejemplo para el equipo en todos los frentes: comprometida en defensa y agresiva en ataque. Dos goles y dos asistencias en un partido que va más allá de las estadísticas... y que es la cara de la moneda en comparación con su encuentro ante Japón. Ante las niponas, su luz se apagó. Tampoco brilló especialmente ante Zambia. Dos choques en los que compartió centro del campo con Alexia Putellas. Sí se lució en el debut de España ante Costa Rica, en el que la Balón de Oro no partió de titular. Las sensaciones cuando comparten campo parecen abrir un debate: ¿funciona la dupla Alexia-Aitana?

Sea cual sea la respuesta a esta pregunta, lo cierto es que ahora lo que importa es que esta versión de España sí es candidata a levantar la Copa del Mundo gracias a una respuesta eficaz y al esfuerzo de 23 futbolistas. Un grupo lleno de alternativas, calidad y mucho fútbol. El próximo reto ya está marcado en rojo en el calendario: los cuartos de final.