Benejam expresa su alegría, durante los concurridos festejos

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Argentina está de resaca y de vuelta a su cruda realidad social y económica después de la caótica celebración del Mundial de fútbol en el país: caídas, accidentes, saqueos y helicópteros. Los festejos por el triunfo en la Copa del Mundo de Qatar terminaron con los jugadores sobrevolando el Obelisco y la policía desalojando la Plaza de la República. Sin embargo, fue una minoría, ya que el grueso del país sí gozó como toca de esta efeméride que no ocurría desde décadas. Y entre ellos estaba un ciutadellenc-argentino, Òscar Benejam, trabajador del 061 y árbitro de fútbol en la Isla, que se encuentra en su Córdoba natal, en Argentina, desde finales de noviembre, para vivir el Mundial de Leo Messi con su gente y pasar las fiestas con su familia.

Feliz de poder ver salir campeona a su Argentina– desatando una euforia contenida durante 36 años– Benejam siguió el Mundial desde el inicio: «El primer partido me tocó vivirlo de guardia en las ambulancias y con mucha fe desde un inicio; este era el Mundial de Messi, estaba totalmente convencido de que obtendríamos la copa y por ello quise vivir los festejos desde mi ciudad, Córdoba», exclamaba Benejam a «Es Diari», todavía en Argentina.

«Me hubiera gustado recibir a la selección en Buenos Aires pero las distancias son enormes aquí y de igual forma lo viví desde la capital cordobesa, con cientos de miles de personas en las calles, como sucedió en todas las capitales de cada provincia. Somos un país muy grande y muy futbolero» añadía el ciutadellenc, refiriéndose a como acabaron, en parte, las celebraciones. «La pasión por el fútbol nos desborda y sí, las imágenes de los festejos han recorrido el mundo. Somos un país de 45 millones de habitantes que estuvieron vestidos de celeste y blanco festejando el triunfo en las calles». Y es que para Benejam, después de 36 años, «nos tocaba levantar la tercera copa, antes con Maradona y ahora con Messi». Y se mojó el ciutadellenc sobre el papel del astro exBarça con su selección: «Aunque algunos decían que Messi estaba en deuda con Argentina, nunca lo vi así. Muchos lo comparan con Maradona pero son diferentes jugadores, diferentes épocas, otro fútbol. Vale aclarar que ni Maradona es mejor que Messi ni Messi que Maradona y sí que ambos serán los mejores jugadores del mundo».

El país se encuentra en una grave crisis económica y para Benejam esta victoria «es una caricia al alma de los argentinos; igualmente, no se debe politizar el deporte. Nuestra selección dio un gran ejemplo de esto, al no acceder a que el gobierno haga suya la victoria que con tanto esfuerzo consiguió». Y es que, como pudo saber Benejam, «los jugadores solo quisieron festejar con el pueblo, no en casa del gobierno, demostrando así que no solo son grandes deportistas que representan nuestro país, también ciudadanos ejemplares».

Al ciutadellenc-argentino, todavía con la voz ronca por las celebraciones, le queda seguir disfrutando de sus vacaciones en su Córdoba natal, para luego regresar «a mi querida Menorca porque uno es de donde nace pero uno se hace de donde uno vive y tengo amor eterno y agradecido a la Isla, a todos los menorquines que me brindaron y brindan su incondicional apoyo y amistad. Al grupo arbitral, compañeros de trabajo y en especial, a mi querida tía Nina, por recibirme, por estar» cierra emocionado y con amor infinito a su tía.

El apunte

Nieto de Nofre Benejam, de Ciutadella

Òscar Alfredo Benejam Suárez, a pesar de haber nacido en Córdoba (Argentina) en el año 1971, era nieto de Onofre Benejam Mercadal, nacido en Ciutadella de Menorca en el año 1894. Sin embargo y con apenas 18 años su abuelo emigró a la ciudad argentina– como muchos otros menorquines–, donde se le abrieron las puertas en aquellos años en los que mucha gente de la Isla aterrizó en Córdoba, donde    echaron raíces.

Òscar Benejam llegó a Menorca el 2004, motivado desde que tenía uso de razón en conocer las tierras donde nació mi ancestro. Aquí fue recibido por la prima de su abuelo– la tía Nina– brindándole su hospitalidad. Vino a Ciutadella sin planes de quedarse, con la sola idea de conocer sus orígenes. Y aquí está aún.