momentos. Olmos cogió la moto para celebrar la victoria. Pancartas alusivas a Martínez, a quien la afición trompeteaba sus tiempos muertos (fotos Gemma/Javier)

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Eran las 15 horas de ayer en la nueva Terminal 2 del Aeropuerto de Barcelona. Los pasajeros del vuelo Spanair 5788 con destino a Barcelona aguardaban pacientes el trayecto de la jardinera hasta la aeronave. Una mujer morena, treinta y tantos, atractiva ella, admitía en conversación con una pareja conocida que viajaba a la Isla con un único motivo: "Hi vaig només avui perquè no em vull perdre es segon ascens a l'ACB del Menorca a la història; hi he de ser". (Perdón por la indiscreción y enhorabuena).

Pasajes como éste explican la trascendencia de este club que sólo 393 días después de haber sido deportivamente desalojado de la ACB ha conseguido regresar a ella. Desde anoche el Menorca Bàsquet ostenta, de nuevo, esa privilegiada condición reservada, en exclusiva, a 18 asociaciones deportivas de España en el planeta baloncesto.

Sí, anoche lo hizo otra vez como sucediera hace cinco años y diez días en León donde perpetró su primer ascenso. Algo tiene este club, algo tiene esta Isla para trasladar al plano real lo que tantos otros sólo vislumbran en el virtual, en el onírico. Por eso Menorca y los menorquines como la pasajera del vuelo 5788, probablemente, residente en Barcelona, merecían una celebración plural, fantástica, emotiva, entusiasta, acaso extasiante, como la de ayer con sus héroes de carne y hueso sobre la pista y no a kilómetros de distancia como ocurrió en tierras leonesas.

Ha sido, en suma, la recompensa al agudo padecimiento que reportó la catastrófica campaña anterior, y a la dureza de la que acaba de finalizar. Benito Reynés, Olmos y su gente han superado todos los escollos habidos y por haber hasta ejecutar un éxito mayúsculo que merece un reconocimiento institucional público y empresarial hasta donde sea posible y un poco más.

Nunca antes sonaron los acordes del 'Senyor damunt un ruc' como atronaron a las 18.58 horas de ayer tarde con la perfecta entonación de los aficionados presentes en el lugar de los hechos. No es de extrañar, por tanto, que la adrenalina actuara de inmediato para sobreexcitar a los jugadores menorquinistas, tanto como a su entrenador en el banquillo. Fruto de ella, convenientemente encauzada, el equipo marcó el terreno a las primeras de cambio, el Burgos se hizo pequeño y pese a su arreón final, la ACB ya volvía a ser patrimonio de la Isla.

"Un menorquín nunca se rinde, verdad ,Urko?" rezaba una pancarta de la Penya Forera. Y así es o así fue anoche, aunque no hizo falta porque era materialmente imposible perder este encuentro terminal.

El último minuto fue el anticipo de la fiesta que se prolongó mucho antes del bocinazo final. Escalofríos provocaron las lágrimas de Diego Ciorciari sostenido en volandas por Caio Torres antes incluso de que acabara el partido, las de Urko Otegi aclamado por todo el Pavelló coreando su nombre, el manteo del entrenador y el presidente triunfales, o el último abrazo sincero de hombre a hombre entre Paco Olmos y Oriol Humet.

Visto lo visto, sentido lo sentido, que lo que se ha ganado en la pista con sudor, esfuerzo, planificación y acierto, no se pierda en los despachos. El Menorca es y seguirá siendo ACB, como decía la Penya Forera antes del descenso. Tenía razón. Sí, lo han hecho otra vez.