Algunos deportistas menorquines, relajados, juegan a las cartas en el día de ayer - d.g.-p.

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Digan lo que digan, no es fácil. El viajero menorquín, en Wight, se siente realmente lejos de su isla. De entrada los parajes que decoran este pequeño trozo de roca son de trazado irregular.

El verde predomina por toda la isla y la vegetación parece que hace años que se adueñó de Wight hasta el punto que muchas señales, que te indican dónde se llevan a cabo los juegos, andan medio desaparecidas. Por eso se entiende que algunos miembros de la expedición, como los medios de comunicación, se hayan recorrido, en tiempo récord, casi toda la isla preguntando a todas las personas por esto y aquello.

Porque conducir no es tan sencillo como lo pintan. El que lleva el volante lo pasa mal pero peor lo pasa el copiloto ya que la tendencia es a conducir cerca de la pared. Que un coche mantenga los dos retrovisores parece casi una utopía.

Lo único que consuela es pensar que es el segundo día y todavía faltan cinco.