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Son personas normales, como usted y como yo, que hace algunos meses se fijaron como objetivo a corto plazo cubrir los 113 kilómetros de la Extreme Man en lugar de quedarse en frente de la televisión o tirados en el sofá. Tres hombres y una mujer que apostaron por cumplir un sueño por el que tuvieron que sudar, sufrir y dar lo mejor de sí. ¿La recompensa? El sabor de la gloria, de verse por unos instantes como los auténticos amos del mundo. Y créanme, no hay mejor sensación en la vida.

Salva 'Pati' Bañuls, Nacho Allés Pons, Nando Moya y Mari Pons Gomila narran qué sintieron durante los 113 kilómetros y desvelan algunas anécdotas que quedarán enmarcadas en su memoria en el celoso cajón donde se amontonan los triunfos. "Cuando estaba en el agua me arrancaron las gafas de la cara entre todo el follón, eso me cabreó y me propuse machacarlos a todos", narra Bañuls, que además rozó el abandono por problemas técnicos en su bicicleta que le costaron unos diez minutos de parón.

Otro caso, es el de Mari Pons Gomila que durante los meses de preparación tuvo que lidiar con los entrenamientos, el trabajo, las tareas del hogar y el tiempo para estar con su familia. ¿El truco? "Levantarme a las 5.30 de la mañana para empezar el entreno y que tanto mi marido como mi hijo también han participado en modalidad por equipos".

Especialmente emotiva fue la carrera de Nando Moya ya que llegó penúltimo pero afrontó este reto sin temor alguno. "Sabía desde el inicio que iría muy justito de tiempo para completar los 113 kilómetros en menos de ocho horas". Pero lo hizo. Son pequeñas pinceladas de un mural pintado por héroes de a pie.

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