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Me llamarán loco, exagerado y fanfarrón, pero uno se acostumbra cuando trabaja a este lado del periódico. Este fin de semana ni he visto la goleada del Barça a algo que en algún momento de un tiempo a esta parte era el Athletic Club, ni al Real Madrid cumpliendo con la tradición de tumbar al vecino colchonero. Pero a pesar de ello puedo sonreír orgulloso y afirmar que sí he disfrutado de una buena dósis de fútbol.

Primero en el campo del Migjorn. No porque el partido entre los pupilos de Alfonso Rico y el CD Menorca fuera brillante sino porque el ambiente que acompañó al duelo invitó a más de uno a pensar que el fútbol Regional no está muerto.

La incansable hinchada de los verdiblancos no presentó su espléndido aspecto de otras ocasiones como en el duelo de hace 15 días contra el Ferreries pero no por ello dejó de animar. Transformaron el partido y la jornada en una fiesta únicamente empañada por la falta de goles y por el termómetro que flirteaba constantemente con temperaturas bajas y una sensación térmica comunmente conocida como "un frío de tres pares de cordones". Además, los parroquianos más veteranos comentaban, 'herbes dolces en mà' si a una plantilla le faltaba esto, si a la otra le faltaba aquello y que, en realidad, el frío de esa tarde no era para tanto si se compara con el invierno de 1956 de "sa gran nevada". Fútbol en estado puro.

La segunda dosis me la regalaron mis amigos con su equipo de fútbol 7, Unió d'Amics ayer por la mañana con el permiso de su rival, el Sporting Mahonés. Tampoco hicieron un gran partido, pero ganaron después de darlo casi todo sobre el campo en lo que se podría considerar un derbi.

No hubo tanto glamour, ni tanto relumbrón, pero durante un rato cada uno de aquellos partidos de fútbol era el más importante del mundo. Para mí tiene mucho más mérito salir a jugar con el frío que ha hecho este fin de semana que lo que hayan hecho Madrid o Barça.