Pavelló Menorca - Javier

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Luce un tímido sol entre nubes otoñales a las 10.20 de la mañana de este martes preinvernal en la explanada de Bintaufa donde hace exactamente 7 años y 71 días se inauguró la mayor instalación deportiva de la Isla, el Pavelló Menorca. Aquel domingo en el que los menorquines acudieron ilusionados y orgullosos a la puesta de largo del nuevo complejo por su inusual grandeza en el territorio insular y su milagrosa construcción en apenas tres meses contrasta con la triste realidad del magno polideportivo, ahora solitario, ahora inerme, ahora problemático.

Encontrarle un uso, darle un destino, hallar una empresa que costee su elevado mantenimiento es todo un desafío para el consorcio formado por las tres instituciones que abonan anualmente la hipoteca de los 10 millones de euros en que se cifró su construcción motivada por el ingreso del Menorca Bàsquet en la ACB.

Transcurridos ya casi cinco meses de desuso tras el anuncio de disolución de la SAD, desde el exterior no se aprecia deterioro. De puertas adentro, en cambio, el paso del tiempo, las goteras y las averías seguro que ofrecen otra perspectiva menos generosa que el Consorcio propietario guarda con celo impidiendo, por ahora, la entrada a la prensa que ha intentado hacerlo, como es el caso de este diario.

El parking trasero por cuyas plazas pugnaron años atrás vips, periodistas, políticos y patrocinadores es hoy un extenso campo de cemento ocupado por una autocaravana que ha hallado un espacio ideal para instalarse. El bar 'Time Out' y lo que pretendía ser el centro de negocios para empresas y patrocinadores de la SAD, que nunca lo fue, languidecen igualmente frente a la entrada principal del Pavelló.

Una de las puertas hexagonales del recinto está abierta y en su umbral, Toni Pons, trabajador autónomo contratado ahora por el Consorcio -fue el encargado del Pavelló del Menorca Bàsquet hasta su disolución-, realiza las tareas mínimas de mantenimiento a la espera de que una empresa especializada subsane las principales averías surgidas en este tiempo, entre ellas, como siempre, las goteras y una fuga de agua de la que todavía no ha podido detectarse su procedencia, entre otras cosas porque el Pavelló se quedó sin suministro de energía eléctrica desde hace unos meses con lo que las tareas realizadas en él durante este tiempo han sido mínimas.

Sobre el suelo de esa entrada abierta, se acumulan botellas de agua de litro sin abrir, carpetas archivadoras y otros objetos en un desorden propio de un almacén sin uso.

"Habla con el conseller o con Miguel Ángel Milla", responde el empleado cuando se le cuestiona por el estado de la instalación, aunque sí admite que "lleva cuatro meses sin usarse y eso ya es tiempo". Aunque no las vemos, las toallas protegen el parquet de la pista por las goteras de la cubierta aunque todavía no ha llovido como en las temporadas anteriores.

De repente aparece un camión municipal de Es Castell. Cuatro operarios acuden para recoger una lona de gimnasia artística o rítmica que todavía permanecía en el Pavelló donde en algún descanso de algún partido se realizaron exhibiciones de este deporte.

No deja de ser paradójico que la persiana de una de las taquillas donde antaño se formaban colas de centenares de metros para adquirir entradas para los grandes partidos de la ACB esté abierta quizás a la espera de que alguien acuda a socorrer este recinto, a darle una vida, una utilidad que precisa y la que carece hoy, lamentablemente.