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En una sobremesa veraniega con viejos amigos salieron anécdotas de tiempos pasados relacionados con el mundo del deporte y fruto de esa charla informal me dio por recordar la etapa en la que fui árbitro de baloncesto. Entre Madrid y Menorca fueron más de catorce años disfrutando del deporte de la canasta en mi faceta de colegiado, el balance y las sensaciones que tuve fueron más que positivas.

Cuando arbitras un partido estás tan metido dentro, tan pendiente de un montón de cosas, que no oyes ni escuchas nada más. Al público le puede parecer mentira, pero por más que griten, o en ocasiones insulten, para intentar influir en tus decisiones, si estás bien concentrado en tu labor no te afecta lo más mínimo. Al principio cuando eres joven y tienes poca experiencia puede que sí, pero después o lo superas o cuelgas el silbato.

Sinceramente he visto arbitrajes muy malos, yo he pitado muchos partidos en los que he dicho aquello de "tierra trágame", te notas más agarrotado, con la cabeza en otro sitio, especialmente cansado por algún motivo, y el partido se hace eterno mientras tienes la sensación de que no das una. En esos días tenía la costumbre de limpiarme continuamente las gafas intentando borrar la empanada mental que tenía. Pero también les tengo que decir que es raro ver un partido en que los árbitros se conviertan en los que deciden el resultado, porque incluso en arbitrajes desastrosos los errores se suelen repartir entre los dos equipos. Sin embargo va fantástico usar a los colegiados de excusa en las derrotas y meterse con ellos cuando son los jugadores los que fallan la canasta o el entrenador el que se equivoca de táctica, el punto más débil en el campo obviamente es el árbitro. Imagínense lo fácil que es meterse con un árbitro con gafas, les aseguro que cuando empecé a usar lentillas para los partidos muchos de los insultadores profesionales se quedaron calladitos, es lo que les pasa a los voceros vocacionales o se lo pones muy fácil o su materia gris no da para más.

Recuerdo que a muchísimos partidos iba completamente solo a pitar, acompañado por el anotador, y en todos los años que disfruté de este hobby solo tuve una situación realmente desagradable, la única agresión que sufrí, un manotazo que me dieron en la cara al intentar separar a dos jugadores (menos mal que no se rompieron las gafas porque no sé cómo hubiera conducido después) ,y como anécdota les diré que el agresor era policía municipal del pueblo, no vean que tranquilo se queda uno con miembros de las fuerzas de seguridad como este, han pasado muchos años y ya podemos meter el humor que no tuvo en su momento.

En resumen, queridos lectores, gane quien gane un partido no será gracias a los árbitros por más que siempre existan errores. Desgraciadamente nos va mucho eso de echar continuamente la culpa a los demás de todo lo que nos pasa en lugar de asumir nuestras propias responsabilidades, a lo mejor es que nos da miedo madurar.