Regatistas y responsables de la Escuela de Vela del Club Marítimo de Mahón posan para este diario en el puerto mahonés. | Javier Coll

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De existir meramente como término, la definición del Club Marítimo de Mahón referiría en diccionarios y enciclopedias a una institución fundamental, deportiva y socialmente, cuya historia y trayectoria acaparan en un porcentaje difícilmente de cifrar, pero de seguro ingente, la cronología de Maó y Menorca del último medio siglo. Por encima de todo, un gigante, un clásico de la vela, también de repercusión nacional e internacional, fábrica de grandes campeones que sin embargo sucumbió también a su momento de crisis, alcanzando su más bajo instante para noviembre de 2012.

En ese entonces, la Escuela de Vela del CMM merodeó la desaparición, viendo reducido a cero su volúmen de niños y de recursos económicos, lo que por extensión derivó en obnubilar a pleno cualquier horizonte. La forja de ganadores incluso se intuyó acabada. Pulsamos a Paco Catchot, un hombre de mar y de club, excelente interlocutor, integrado con alternancias en la veterana institución desde los tiempos del recordado y fallecido Domingo Natta en la presidencia. Catchot ha vivido en primera persona puntos álgidos y oscuros en el devenir del Club. Ninguno tan crítico como año y pico atrás, tal y como él mismo evoca desde su actual cargo de comodoro de la entidad náutica, al que accediera con la entrada de la presente junta directiva. Precisamente su primer gran objetivo fue revertir la nefasta coyuntura que azotó a la Escuela y con ello rescatar las posibilidades de futuro. El clásico debía renacer desde sus propias cenizas y sin apenas vestigios que aprovechar salvo ?que no es nimiedad? el bagaje que conceden muchos lustros de dedicación a la materia.

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