Júlia Florit (derecha), primera raqueta insular, posa junto a sus compañeros de club | Gemma Andreu

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El deporte de la raqueta y el volante transita por un periodo curioso en Menorca. Los practicantes se han fragmentado por edades, formación y objetivos, no del todo enlazados. La base, desde la promoción escolar y su continuidad a través de los programas de tecnificación autonómico y nacional, aparenta una salud de hierro.

En cambio, existe un hueco competitivo en Primera Nacional, la categoría de plata estatal por clubes a la que se asomó la Isla en la década pasada, y la intermitencia en la organización de las pruebas absolutas insulares, esporádicas de hecho, que impide llenar como antaño el calendario con fechas de campeonatos. La participación en los IGA, cada dos años, aporta el carácter internacional a los deportistas menorquines, con destacado éxito.

Carlos Daroca es una de las columnas (jugador/entrenador) sobre las que se cimentó en su día el impulso, desarrollo y consolidación del bádminton insular. Su nombre va unido a los Pep Costa, Frans de Haro o Lluís Saurina, sobre los que se sostiene aún hoy la estructura de esta disciplina en nuestro territorio.

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