Panorámica de una carrera en el óvalo mahonés; una de tantas que ha acogido a lo largo del último medio siglo.

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El Hipódromo Municipal de Maó, enclave de referencia en el mundo del trote y de la hípica menorquina y también balear, ha cumplido 50 años. Inaugurado el 9 de septiembre de 1973, la instalación, a lo largo de su medio siglo de existencia, ha enmarcado momentos y etapas de toda índole, desde sus exuberantes inicios, hasta los complicados años 80 e inicios de los 90 del siglo anterior, cuando la afición al trote pareció haber decaído en la Isla, pasando por el remonte experimentado entrado el presente siglo.

La construcción del recinto, auspiciada y promovida, con la colaboración del Ayuntamiento de Maó, por la Sociedad Hípica Amigos del Noble Bruto (Shanb), entidad que gestiona el mismo desde que fue alumbrado y en aquel entonces presidida por Don Juan Vidal Bendito, significó para la ciudad de Llevant el primer espacio ecuestre creado expresamente para la competición.

No en vano, entre los decenios de los años 30 e inicios de los 70 del siglo anterior, fue el Estadi Maonès, feudo del CD Menorca, el ‘hogar’ del trote menorquín. Pero el riesgo a contraer tétanos que entrañaba para los jugadores el compaginar fútbol y caballos en un mismo terreno, convirtió el traslado en algo obligado.

Inicialmente, la finca de Villa Luisa, cercana a Alcalfar Vell, en Sant Lluís, propiedad del propio Vidal Bendito, fue el sitio escogido para alzar el hipódromo, pero las mediaciones del entonces alcalde de Maó, Rafael Timoner, resultaron decisivas para que este finalmente se alzara en unos terrenos de titularidad municipal, en mitad de la carretera que une la blanca y sureña población de origen francés con la ciudad que los británicos convirtieron en el siglo XVIII en la capital insular.

El constructor local Toni Seguí se hizo cargo de una obra cuyo pago se fraccionó en diez años (y al cabo, tal vez fueron más) y que en sus orígenes presentaba una pista con 630 metros de cuerda (que hará cerca de una década se pretendió ampliar, proyecto que finalmente no prosperó), una grada con capacidad para cerca de mil personas, y diecisiete cuadras, cifra que en poco tiempo creció de modo exponencial.

«Esto es la culminación de un sueño», manifestó el ya fallecido Vidal Bendito en la jornada inaugural de un hipódromo que de inmediato pasó a ser un lugar de referencia en el trote menorquín, balear y estatal (también debido a que en la mayor parte de España se celebran reuniones de carreras al galope, no al trote).

Sin embargo, los radiantes orígenes del hipódromo dieron paso a etapas más modestas, casi críticas, como en el ecuador de los años 80 e inicios de los 90, en los que la Shanb apenas contaba con recursos económicos para cubrir los premios y las relaciones de la entidad con el tejido institucional local e insular se encontraban sensiblemente deterioradas. Además, cada propietario iba a su aire.

Toni Catchot, a la derecha, en un acto; fue un gran dirigente de la SHANB.

A partir de esa época, tres nombres para otros tantos ciclos presidenciales, y así lo indica la historia, se erigen en fundamentales en la recuperación del hipódromo mahonés y todo el enjambre competitivo que le rodea; Rafael Tudurí, Toni Catchot y Toni Roca.

Tudurí presidió la Shanb menos de diez años, pero en ese periodo fue capaz de aunar voluntades, de marcar una dirección a seguir por parte de todos los propietarios, de conseguir dinero y de recuperar la sinergia con la clase gobernante.

Durante el mandato de Toni Roca llegó la iluminación del recinto, una mejora en absoluto menor, ya que dio paso a la posibilidad de articular carreras y reuniones nocturnas en el óvalo mahonés, de gran acogida entre el turismo español y extranjero, sobre todo el británico, que a cada verano menorquín llena la instalación, de ahí también el coherente anhelo de Toni Catchot por impulsar en su día una obra que concediera al recinto una absoluta proyección internacional.

De Catchot, al margen, cabe poner en valor su capacidad para ‘vender’ el producto y de entablar relaciones positivas para con la Shanb, entre otros logros. También su carisma y su ‘don de gentes’.

Otros rostros como Miquel Carreras, directivo en su día e impulsor del recordado programa televisivo ‘El Trot’, aportaron asimismo su granito de arena a la ‘causa’.

Raza

Paralelamente, cabe significar que el hipódromo mahonés también simboliza la cría menorquina de potros, tan reputada y apreciada en el exterior, ya sea Países Bajos, Alemania, Francia, Bélgica o la vecina Mallorca. Su cruzado genético cuenta con el vigor del caballo francés e incorpora la resistencia del americano, una mezcla excelente y que ha dado ejemplares del nivel de Bonita Llinaritx, Omni Maker (en posesión del récord de triunfos del recinto) y Sambro Goal, que llegó a correr en Francia.

Un dato más que poner de relieve en el contexto de tan especial y evocadora efemérides, y de la que por contra, no consta que se haya promovido celebración alguna por parte del actual equipo gestor de la Shanb. El Hipódromo Municipal de Maó cumple 50 años. Las bodas de oro del recinto referencial del trote menorquín.

El apunte

Propietarios y socios, otro pilar de la entidad

El buen estado de salud que actualmente presenta la Sociedad Hípica Amigos del Noble Bruto (Shanb) y el Hipódromo Municipal de Maó por extensión, sería imposible de explicar sin aludir a la implicación de los más de 200 socios que conforman la entidad. Todos ellos, propietarios de cuadras y caballos, son un soporte fundamental del proyecto, puesto que sin su presencia y compromiso, no habría viabilidad ni futuro para la instalación. Las partidas económicas inyectadas en ciertos momentos por la Federació Balear, han sido también importantes para la economía de la Shanb.