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Pese a los años transcurridos desde su implantación, la realidad indica que la mayoría de periódicos que cuentan con ediciones digitales todavía no ha resuelto satisfactoriamente las estrategias que demanda esta nueva parcela del negocio periodístico. La rentabilidad económica en internet sigue siendo la gran asignatura pendiente en muchas empresas. Y así lo corrobora la aún escasa publicidad que consiguen captar para tales ediciones.

Las excepciones son ciertamente escasas. La situación que predomina en la red es bien conocida: Los diarios se han limitado a configurar unas versiones electrónicas que ofrecen el grueso de sus contenidos impresos más una serie de servicios cuya distribución resulta más apropiada para internet. Sin peaje, al precio de cero euros para el público internauta. Esta decisión empresarial ayuda a promocionar la publicación que se edita, pero no aporta ingresos mínimamente sustanciales en la cuenta de resultados.

Aun cuando de nuevo vuelve a debatirse acaloradamente sobre la piratería en la red, sobre los derechos de autor y la propiedad intelectual, las empresas periodísticas continúan refugiadas en el búnker del miedo, no se atreven a afrontar las presiones de las plataformas de internautas que abogan, claro, por el gratis total. El usuario de internet no ignora que los periodistas también comen y, pese a ello, se desentiende del problema. Una actitud comprensible, pero que en modo alguno debieran aceptar los profesionales del periodismo; un rechazo, además, que debería manifestarse de forma contundente por parte de los empresarios de la prensa escrita.

Si tardía fue la reivindicación del presidente de Telefónica, César Alierta, para que los buscadores paguen por la utilización –por ahora gratuita– de su infraestructura en la red electrónica, más sorprendente e incomprensible resulta el desconcierto y pasividad que exhibe la prensa española respecto a internet. Las principales cabeceras del mundo, en cambio, han apostado al fin por un objetivo prioritario: la obtención de beneficios económicos a medio o largo plazo mediante el establecimiento de un precio por la lectura de sus ediciones digitales. En España, sin embargo, persiste el temor a cobrar por servir los productos periodísticos y la tímida vía de pago en el caso de la hemeroteca o de la obtención de páginas en pdf se queda en un simple gesto voluntarista.

La información de calidad tiene que pagarse. También en Menorca. Desconozco si la Asociación de Editores de Diarios Españoles ha impulsado alguna iniciativa para propiciar la rentabilidad de la producción periodística en la red. En cualquier caso, AEDE no debiera demorar el lanzamiento de una campaña de convergencia entre sus asociados para obrar en consecuencia si se pretende que internet sea realmente otra unidad de negocio y no una mera extensión del existente en papel. Porque el hecho incuestionable es que los lectores del gratis total pueden recurrir hoy a la web prensaescrita.com y disponer así en sus pantallas del extensísimo abanico de periódicos que se editan en el mundo. A cero euros.

En conclusión: Es una estupidez lamentarse por unos perjuicios económicos que se generan al arrojar piedras sobre el propio tejado.