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Los lectores saben que el fenómeno no es nuevo. En realidad se reproduce verano tras verano. Con el pretexto justamente de las vacaciones estivales, las cadenas de televisión -las privadas mayormente- aprovechan para afanarse en la redifusión de programas ya emitidos meses atrás, a lo largo de la temporada según la precisa distinción que utilizan sus responsables. Con lo cual el telespectador tiene que aceptar de entrada que el periodo veraniego no se considera incluido formalmente en la temporada televisiva. Y a partir de ahí, claro, la televisión estival se desmadra sin complejos y depara al público múltiples sorpresas.
Los empresarios que conocen cómo funciona el sector audiovisual suelen afirmar -y recordar periódicamente- que el negocio de la televisión exige realizar unas cuantiosas inversiones de capital puesto que, según recalcan, "hacer televisión es muy caro". Vale. Con esta base argumental, en verano las televisiones privadas prestan una atención preferente a la repetición de la jugada, es decir, a la redifusión de los programas que alcanzaron mayor éxito de audiencia en el curso de la temporada, como ya queda señalado en el primer párrafo. Sostienen que abaratar costes es una prioridad ineludible, y más en tiempo de crisis. De modo que si no se cuenta con dinero suficiente difícilmente puede estructurarse una parrilla novedosa y atractiva que cubra las veinticuatro horas; lo más fácil pues es optar por la redifusión.

Con la fórmula de la reemisión, quienes salen perjudicados son los telespectadores. Para muchos, la redifusión es una tomadura de pelo en toda regla. En las televisiones generalistas gratuitas, cuya programación ahora se ve a través de una TDT todavía con problemas técnicos de recepción, el telespectador ha podido comprobar por ejemplo cómo en las últimas semanas se ha ofrecido un refrito de los minutos más interesantes del programa de Andreu Buenafuente en LaSexta. Por supuesto que podrían reseñarse más ejemplos sobre la reemisión de programas o la repetición de capítulos de las series que han alcanzado mayor éxito entre los telespectadores, pero no pretendo aburrir a los lectores. En mi opinión, sólo es justificable y razonable la redifusión en el segmento de la información continua y actualizada, como sucede por ejemplo con los informativos del canal 24 Horas de TVE, la CNN+ o el canal 3/24 de Televisió de Catalunya.
En cuanto a la televisión de pago (de pago directo mediante abono, que las de pago indirecto -léase estatal, autonómicas y municipales- también cuestan un pastón a los contribuyentes) se sigue idéntica política y nadie se inmuta.

Por lo que atañe a Canal +, y a modo de mera ilustración, cabe recordar que en su Paramount Comedy se han vuelto a emitir numerosos capítulos de la serie "Aída"; o que en el relajante canal Viajar este verano se ha podido admirar de nuevo un ameno periplo mediterráneo efectuado en velero por aguas italianas, maltesas, griegas y turcas. El viaje relatado por Francesco da Mosto, simpático guía de la serie, fue verdaderamente interesante. El problema es que ya pudo verse el pasado invierno y creo recordar que incluso volvió a emitirse en primavera. Al igual que otros canales televisivos, Viajar abusa con total descaro de la redifusión. Al sintonizarlo este verano, el telespectador se ha topado con otros muchos reportajes ya emitidos en meses precedentes. Ante tal situación, si los abonados pagan su cuota anual, como es el caso de Canal +, no pueden admitirse semejantes tomaduras de pelo.

Por otra parte, y razones económicas al margen, a mí no me convence en absoluto que se impulse la televisión hemeroteca. Ya sé que la respuesta más cómoda y rápida es recurrir al zapping o apagar sin más el televisor cuando uno ve que intentan tomarle el pelo. Los telespectadores, no obstante, tienen derecho a exigir más seriedad a las televisiones, sean públicas o privadas, sean estatales, autonómicas o municipales, sean de pago o gratuitas. Y conste que soy plenamente consciente de que en el ámbito de la televisión gratuita el derecho al pataleo no tiene recorrido alguno. Al respecto, resulta admirable verificar cómo muchos telespectadores soportan unas situaciones la mar de chocantes y, pese a ello, ni siquiera se valen del zapping.

Muchos lectores quizá coincidirán en la apreciación de que el público debería mostrarse más exigente ante el extendido fenómeno de la redifusión, manifestar su firme protesta. Pero ya se sabe que la actitud mayoritaria que exhibe el público es la pasividad, el público es muy comodón. No cabe extrañarse por tanto si las cadenas televisivas insisten en tomarle el pelo, sobre todo en verano. Mientras se está en espera, naturalmente, del estreno de una nueva temporada. Porque en televisión, como en el deporte y otros muchos ámbitos, las expectativas y esperanzas siempre hay que reservarlas para el inicio de la temporada. Aunque ya será otro cantar si a la hora de la verdad la nueva temporada decepciona estrepitosamente al telespectador que se halla sentado en el mullido sofá del conformismo.