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Lo que en un principio parecía inspiración dispersa se ha convertido con el tiempo, y sin buscarlo, en un ciclo artístico y vital para Laetitia Lara. Un nudo y posterior desenlace de años de investigación sobre la relación entre arquitectura y escultura: su pasión por la arquitectura rupestre con su espacio excavado. La obra de Gaudí, Montserrat en Barcelona y las canteras menorquinas forman parte indispensable de su estudio. Sin olvidar el aprendizaje artesano de su exquisito trabajo para las nuevas gárgolas de la Catedral de Menorca (1991).

La piedra como herramienta primigenia, como energía de vida. La conexión siempre presente entre el cosmos y lo terrenal. Lara es como un alquimista en busca de la esencia verdadera de los materiales. El resultado: la síntesis –como ella la califica–, es el numen común de la madre tierra. "Con los años mis intervenciones han sido las perlas de un collar que han acabado encajando", afirma.

La sala de exposiciones del Claustre del Carme de Maó acoge la muestra "Mare Terra", un itinerario por la obra de la parisina donde rinde culto a la tierra como diosa y origen del Todo. Reacia a denominarla retrospectiva (pues no está todo lo que es), la autora aúna en esta colección el hilo conductor de una trayectoria marcada, esta vez, en femenino. "El público me ha conocido durante muchos años por mis monjes guerreros, los tótems, los guardianes del tiempo... Y ahora prevalece el arquetipo femenino", asegura. Como un puzzle esperando a ser reconstruido, Lara parte de su producción de mediados de los ochenta hasta alcanzar en la actualidad la danza cósmica y sagrada de Bharatanatyam como el lenguaje del cuerpo, la energía femenina en movimiento, el ritmo que, dice, "conecta con el latido de la tierra". Una exposición muy trabajada y comisariada por Anna Maria Bagur, quien describe que "lo importante se halla en nuestro interior, se halla en la tierra que nos acoge, en el movimiento compartido".

1. La Creación
El camino de la francesa hacia el vínculo entre ser humano y naturaleza parte de la Creación (1985-1990), a través de su serie Los abrazos, "la tierra como la cuna donde germina la vida". Como la matriz de la creatividad mediante volúmenes compactos en bronce que transforma en materia viva y dinámica con una continuidad lineal desde la que surge la esencia primera. Un capítulo que completan las imágenes del fotógrafo de Es Castell Toni Vidal a quien Lara define como "el poeta de la piedra". Un compañero de viaje con el que comparte –a lo largo de todo su proyecto– la querencia y protección de la roca como testimonio del ser.

2. Homenaje a la fecundidad
Bronce, madera y piedra de Santanyí para erigir formas voluptuosas. La familia de las Venus (1990-1998) emerge de la tierra como homenaje a la fecundidad, la creatividad, la abundancia, la potencia, la paz. Trazados redondeados repletos de ternura y sensibilidad donde se aprecia la influencia de Constantin Brâncusi (1876-1957). Las féminas de Lara como budas, maternidades y cariátides. De esta época es El Secreto, instalada en 2007 en la Plaça d'Artrutx de Ciutadella, una escena intemporal de dos mujeres susurrándose al oído. Piramidal y bella da salida pública a sus comienzos seriales iniciados entre Barcelona y París. Esculturas que "nos llaman al corazón de la materia".

3. Guardianes
La espiritualidad y el silencio de sus guardianes (1998-2008) en marés blanco y sus diosas (2003-2011) en marés rosado conforman el capítulo de sus volúmenes primarios nacidos de las Pedreres de s'Hostal. Formula el proceso que utilizaban los artesanos canteros. Lo que había sido su proyecto de final de carrera en Arquitectura se convierte para Lara en un modo de vida. En Líthica la escultora talla la piedra primero en vertical a modo de tótem para tornarse luego en trazos curvos repletos de expresión.

4. El corazón
Es pues Líthica (1994-2011) el motor del trabajo de la autora. La orientación e inspiración artística de un proceso del que parte su creatividad, su amor por una piedra que vive y que decide rescatar como patrimonio etnológico y enclave de memoria. La rehabilitación del espacio se convierte en su razón de ser, a veces, confiesa "de manera obsesiva" le hace perder la visión de otros posibles derroteros creativos. Quince años atrás una joven Laetitia Lara llega a las canteras de Ciutadella, "a un mundo de hombres", relata, que dominan el sector de la construcción y "donde todo el mundo se preguntaba que hacía una mujer allí defendiendo a las piedras". La francesa preserva y excusa Líthica como el corazón de su proyecto. La exposición del Claustre exhibe una exquisita instantánea de sombras que data de sus comienzos en el entorno. La restauración natural del espacio –transformado hoy en una gran obra de arte al aire libre–, es innegable. La escultura esculpida en el paisaje tiene vida propia y Lara se preocupa a través de su asociación por perpetuar la arquitectura rupestre. Es embajadora de la Isla y de sus canteras allá donde vaya. La figura de Toni Pons Vidal, en Toni "Pichón", es primordial en su trabajo. "El maestro cantero me enseñó todo, me transmitió su conocimiento de la piedra", indica, una labor artesana de la que se apropió para sacar adelante la recuperación de la zona a través de la escultura monumental. De nuevo gracias a la tierra, Laetitia se convierte en menorquina de adopción. "Encara no rallo, però som menorquina", apunta.

5. Diálogo de piedras
Nuria Román es otro de los nombres propios que marcan la trayectoria de Lara. Ambas escultoras construyen el espacio mineral (2006-2011). Instalaciones en piedra que les lleva a exponer en Francia. Dos visiones de una sensibilidad muy próxima. Un diálogo entre los tótems de Lara y las piedras suspendidas de Román. "La mirada hacia el cielo para hallar la conexión con la tierra" con el juego de los elementos: aire, luz y piedra. Una reflexión sobre el espacio, el tiempo y el mundo.

6. Danza milenaria
Actualmente ésta conforma una de sus iniciativas activas junto a su análisis plástico de la danza milenaria Bharatanatyam. El contacto, a raíz de un proyecto en Líthica sobre la danza hindú, con la fotógrafa italiana Melina Mulas, la escritora Marilia Marese y la bailarina Nuria Salas lleva a Lara a viajar a la India. El baile clásico y tradicional del sur indo le abre una nueva puerta creativa. Laetitia experimenta la danza en sus propias carnes y sorprende en la galería Artara de Maó con la propuesta "Apuntes de India". Expresividad pura en movimiento que también se muestra en "Mare Terra" como danza cósmica y sagrada (2004-2011). Dibujos en tinta china y lápices de colores. Trabajo en movimiento dibujado por el apunte visceral, experimentado también en grabado, bocetos de estudio en terracota y esculturas homenaje como Ganesha, el dios protector de bailarines y artistas. Habla el lenguaje del cuerpo, la esencia más sutil y vibrante de un ser que reconecta con su serie Los Abrazos. Principio y fin de un ciclo que cierra con una coherencia no intencionada y que germina del puente creativo entre París, Barcelona y Menorca. El ritmo de un camino artístico que parte y retorna a la madre tierra.


Mare Terra, de Laetitia Lara
Sala de exposiciones
del Claustre del Carme
de Maó. Hasta el 15 de febrero.
En julio la muestra visitará la sala de exposiciones de El Roser de Ciutadella.
www.laetitialara.com