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Kyuss son la banda del desierto, una de las esencias más puras dentro del Rock de los últimos 60 años. Originarios de Palm Desert, en el área de Palm Springs, California, estos jóvenes amantes del rock más clásico y el punk más visceral, parieron desde dentro del alma de los cactus uno de esos discos que marcarían un antes y un después en las vidas de unos cuantos. Poco tiempo después se separarían, creando en su entorno una especie de veneración que desde luego va más allá de la música. Mal etiquetados dentro del género stoner rock/metal, la banda siempre demostró que lo suyo era rock enérgico heredero de los grandes discos de bandas como Grand Funk. John García, líder y vocalista de la banda desde sus inicios, nunca ocultó su fanatismo por Ian Astbury, The Cult, por lo que ese toque romántico desértico, como poético, que se respira en los surcos de su muralla sónica, tiene más de clásico que de lisérgico setentero al estilo de Hawkwind. No podemos negar sin embargo que su música es heredera de Black Sabbath, aunque de una manera ciertamente indirecta.

Junto a John, Scott Reeder (bajista), Josh Homme (guitarra) y Brant Bjork (batería), constituyeron el elemento único y perfecto que creó el mejor disco de Kyuss hasta la fecha.

Welcome to the Sky Valley está compuesto por tres unidades musicales, I, II y III, que a su vez se componen de los diez temas que conforman esta obra única y conceptual en lo que a música se refiere. W.T.T.S.V. no se puede escuchar de manera individual, sino que es una pieza de cincuenta y un minutos con cincuenta y tres segundos distribuida en diferentes secuencias, al más puro estilo de los discos de música clásica. El sonido Kyuss se podría definir como el rugir de los molinos de viento (windmills) californianos, soplando y provocando remolinos de viento y arena que acarician el desierto, destapando esas viejas historias indias y recordándole a la humanidad que la paz que ahora mismo se respira en lugares como 29 Palms, Joshua Tree o 1000 Palm Canyon, no es otra que la que provoca que tipos como John and Cia hayan sido capaces de desatar ese grito salvaje en medio de la nada.

Cierras los ojos e intentas imaginar cómo serían esas fiestas en el desierto (generators parties, por tener que enchufar sus equipos a grandes generadores de energía eléctrica) en medio de dunas y soledad, mientras temazos como Space Cadet, Demon Cleaner o Whitewater, mataban de un plumazo el silencio y lo convertían en eternidad sonora.

El penetrante bajo de Reeder, esa voz tan especialmente seductora de García, los redobles indios de Bjork y esa insinuosa y cortante guitarra de Homme, consiguen demostrarle al mundo que lejos de etiquetas, modas o pertenencias, existen discos que emanan desde lo desconocido para quedarse por siempre en nuestros subconscientes.

Una advertencia: no apto para oídos sensibles, mentes cerradas o alérgicos al olor de la soledad más mordaz en medio de la nada de la vida.

Uno de los diez mejores discos de la década de los 90.