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A finales de los noventa estaba enloquecida por ver la primerapelideTorrente, el brazo tonto de la Ley. Hoy me avergüenzo de ello, pero debe de comprenderse el entorno social en el que se estrenaron las aventuras del casposo personaje de Santiago Segura.

Los universitarios pre facebook, pre twitter, pre tuenti... en definitiva, los que a duras penas contábamos con las primeras cuentas de correo electrónico y un módem propio de la familia Picapiedra, aun buscábamos héroes en el cine.

Mi generación, como otras muchas, adoraba todo aquello que fuera visto como políticamente incorrecto, y el cine de Segura ya entonces se postulaba como tal. Fui al estreno, en un conocido cine de la Gran Vía de Madrid, acompañada por una amiga de la facultad (dicho sea de paso, de lo más pija de Periodismo, así que imagínense su estado deshockdurante toda la proyección). Palomitas en mano ambas estábamos impresionadas ante semejante atrevimiento y oda dialéctica al mal gusto. Piensen que en la época la verborrea torrentiana era del todo nueva para la juventud... Trece años después, la cuarta entrega del antihéroe de pelo aceitoso se ha presentado esta semana por todo lo alto. Vuelven los cameos, pero a mi entender la cosa ha desvariado mucho. Meter en la gran pantalla al hijo de la Pantoja es patético. Las triquiñuelas delbrazo tonto de la Leyya hace tiempo que me dejaron de hacer gracia.

La sinopsis, por llamarla de algún modo, deTorrente 4se sucede a lo largo de varios intentos del personaje por conseguir llevar una vida "digna". Y cómo no, sus huesos recalan en prisión... Vamos, un gran temazo. Cuando veo a los adolescentes enfervorizados con la saga no doy crédito.

En mi opinión con un Torrente hubiese bastado, pero también entiendo que Santiago Segura no suelte la gallina de los huevos de oro. Aunque yo, en su lugar, sería incapaz de aguantar la retahíla defrikisque, a modo de comparsa, adornan siempre sus preestrenos. Dios los cría, y ellos se juntan.