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Es un fenómeno de ventas en todo el mundo. Tiene lectores a patadas. Murakami convence, e incluso con el tiempo ha conquistado a quienes se hacían los remolones por adentrarse en su universo. En los últimos años lo nipón está de moda, también la literatura. La catástrofe que dejó tras de sí el tsunami opaca ahora cualquier información que provenga de Japón y que nada tenga que ver con el drama que nuestros compatriotas de Oriente viven (o mejor dicho, sobreviven), como pueden, con actitud ejemplarizante.

Una grata noticia nos permite tomar aire –sin obviar por ello la cruda realidad replantada por la fuerza de la naturaleza– a quienes sentimos admiración por la cultura japonesa. Haruki Murakami (Kioto, 1949) ha sido galardonado esta semana con el XXIII Premi Internacional de Catalunya. La Generalitat destaca su reconocimiento por "atraer a todos los públicos convirtiendo sus obras tanto enbest sellerscomo en libros de culto". Asimismo, el gobierno menciona una guinda interesante: "Su habilidad por destacar como individuo en un país donde, sobre todo, se premia el esfuerzo colectivo". Cabe replicarle a la Generalitat que sin toda esa masa global, Murakami no habría dibujado semejante paisaje literario.

El escritor del Sol Naciente entró en la industria editorial sigilosamente. Sus primeros títulos se propagaron por Occidente con el meritorio boca a oreja. Después, su talento hizo el resto.

Sus referencias escritas, con la vivencia humana como eje central, invitan a la reflexión y perdurarán en el tiempo del panorama literario mundial. "Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar". Lo dice el refrán japonés.