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Esta semana se cumplen 24 años de la publicación de uno de los mejores discos de todos los tiempos. Las presentaciones sobran, pues Guns & Roses son parte de la historia de la música del siglo XX como lo serían Elvis Presley o Sex Pistols. Yo tenía 15 años cuando, un verano, mi padre y mi madre regresaron de un viaje y me trajeron mi primera camiseta de los Guns. Aquel fue uno de esos momentos que no se borran de la memoria. Pocos eran los que hasta la fecha se habían interesado en Menorca por la banda formada en Hollywood, CA. De hecho nadie era consciente de que Axl Rose and cia. se iban a comer el mundo en el periodo que fue del 87 al 93. Después de ese periodo todo se echó a perder y uno de los entes musicales más grandes del planeta se opacó por siempre. Los motivos de semejante tragedia no importan ahora demasiado. En el 2008, Axl y sus nuevos mercenarios, sacaron al mercado el disco "Chinese Democracy" (Geffen), publicación que merece la pena olvidar, más que nada para no dañar la época gloriosa de la banda.

Centrémonos en "AFD", un clásico, un 10, un álbum perfecto, lleno de rock and roll, reminiscencias punk y mucha actitud, una colección de canciones que hasta la fecha no ha perdido vigencia, calidad y mucho menos ese impacto inicial que sacudió el planeta tierra en la segunda mitad de la década de los 80. Me atrevo a decir que, en esa época dorada de la música, fueron Metallica, U2 y Guns, los que reinaron por encima de todos. Como han cambiado los tiempos.

Agradezco ser poseedor del vinilo original de la banda, el mismo que nos ofrecía una de esas portadas que no se borran fácilmente del subconsciente. Más tarde la portada tuvo que ser sustituida, pero el daño ya estaba hecho. La provocación estaba servida y la humanidad tenía hambre. El disco, que abre con "Welcome to the Jungle", no baja la guardia ni un segundo. Rock and roll sucio, callejero, intensidad en las guitarras y esa genial voz de Axl, heredada del gran Dan McCafferty (Nazareth, óigase el imprescindible "Hair of the Dog", 1975), no hacen más que indicarnos el camino de bajada a los suburbios angelinos. La batería de Steven Adler y el bajo de Duff McKagan son la perfecta base rítmica para que los dos guitarras, Slash e Izzy Stradlin, despedacen lo poquito que queda de nosotros cuando comienzan los acordes de "It's so Easy", pieza de momentos dulces, susurrantemente amenazadora y preludio ideal del alcohol etílico de "Nightrain", clásico como pocos y promotor de vino barato que se pierde en las fauces de aquellos que osan atreverse con semejante intensidad sonora.

"Out ta get me" habla de violencia, de peligro real, de ese que abunda en las ciudades y del cual no puedes escapar. Las guitarras suenan tan cortantes que puedes sentir esa amenaza real. Tremendos. "Mr. Brownstone" es sexy, bailable, con ese swing tan especial con que la banda impregnaba algunos de sus temas. Sin embargo la letras esconden el tópico de las drogas y del camino escogido por muchos que desgraciadamente no están entre nosotros.

"Paradise City", una de las canciones más increíbles de los Guns, habla de ese mundo alcanzado por las rock stars, un mundo de tentaciones, con todo al alcance de la mano, incluido ese camino de no retorno que históricamente ha rodeado al rock and roll. El tema ideal para cerrar sus shows durante años, pues contiene esa energía que enloquecería hasta al más escéptico.

La segunda parte del disco abre con la hermosa "My Michelle", amiga íntima de los Guns con una historia ciertamente poco ortodoxa. Parece ser que la tal Michelle solamente quería que alguien escribiera una canción que hablara de ella, por lo que se sintió satisfecha con el resultado final. "Think about you" es, junto a "You're Crazy", el tema más punk del disco, contrariamente al significado de la letra, donde pinceladas de romanticismo la encadenan a uno de los temas más grandes de la historia no solo del rock, sino de la música en general: "Sweet Child O'Mine".

¿Qué se puede decir de un tema que te produce las mismas sensaciones casi un cuarto de siglo después? Simplemente sublime. El amor y el rock and roll unidos de la mano de la mejor banda de rock de finales de los 80. La canción ideal para evadirse de cualquier problema o mal sentimiento.

El disco cierra con "Anything Goes" y "Rocket Queen". La primera es un ejercicio de exhibición guitarrera que pone los pelos de punta, con un 'in crescendo' final a prueba de bombas. "Rocket Queen" vuelve a hablar del sexo femenino, de una manera un tanto desenfrenada, mostrando el suave contoneo de las guitarras, mientras los susurros de Axl se entremezclan con los gemidos de una mujer. No apto para mentes o almas sensibles.

El pobre Axl del nuevo milenio está perdido. A veces es hasta recomendable no pensar en él. Es como si una vez llegado a la cima de la montaña no hubiera sabido comprender cuál era su destino. En fin, por suerte nos queda este "AFD" para toda la eternidad.

Feliz domingo y si van a la playa, ¡hagan sonar una vez más "Paradise City" en sus auriculares!

manuelj_gf@hotmail.com


Guns & Roses
Título: Appetite for Destruction
Año: 1987
Sello: Geffen Records
Producción: Mike Clink