El fotógrafo Dolfo Coll plasmó al almirante visto desde atrás en los años cincuenta - Archivo M. Caules

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La mañana de aquel legendario 16 de julio de 1927, fiesta dedicada a la Virgen del Carmen, revistió un interés especial al ser inauguradas en el mismo día el monumento a la memoria del general marino don Augusto Miranda y el mercado de pescado, del que ya di cuenta el pasado sábado, haciendo honor al gran maestro mallorquín afincado en Mahón, don Sebastián Lladó Salleras. A él cual pretendo dedicar estos trabajos, por varias razones, entre ellas porque marcó un antes y un después en la manera de trabajar, que si bien él aprendió el estilo llamémosle menorquín, introdujo la forma mallorquina, que tiene que ver mucho con la piedra.

Bajo la vigilancia del maestro de obras señor Lladó empezaron los trabajos de cimentación en el sitio donde debía colocarse el busto del almirante, bajo la dirección técnica del arquitecto municipal señor Femenías y del ingeniero técnico de caminos, jefe del ramo de Obras Públicas en Menorca, siendo el concejal inspector de paseos y jardines don Pelegrín G. Moncada.

En un principio se pretendía constituir la plaza de Augusto Miranda en paseo y una extensa explanada con piso carretero, parecido o igual que la calzada de la calle del Doctor Orfila, que meses atrás se había llevado a término.

En dicha explanada se procedió a extraer la capa de piedra ordinaria o sea la más profunda. Sobre ésta se esparció la de piedra azul triturada en fragmentos más pequeños, que a su vez fue cubierta con una lechada a base de cemento (esta clase de material era nuevo en nuestra ciudad). Lladó lo había visto implantar en su Mallorca natal.

En un principio se decidió no ubicar el monumento en medio de la plaza carretera como se había pensado. La acertada proposición en este sentido del señor Moncada se fundó muy razonadamente en que seria impropio que el busto se fijara entre los carros y caballerías que en determinadas horas llenaban aquella explanada. En el centro de ésta se pensó instalar una farola rodeada de una especie de bancales, que en infinidad de ocasiones me senté. Al ser vecina del lugar hizo que pasara por la misma todos los días del año, haciendo que la tenga presente y que la llorara el día que "se va llevar d'enmig". Lamentablemente, como he dicho infinidad de veces y no me cansaré decirlo, nuestros ayuntamientos, al decir ayuntamientos me refiero a todos a partir de 1940 y si alguno de ustedes no esta de acuerdo lo siento, pero podemos sentarnos cuando lo deseen y acabarán por darme la razón, han demostrado tener un gusto pésimo en cuanto a embellecimiento de nuestro querido Mahón.

Contemplar fotografías del lugar comparada con la de hoy "fa plorera", es de un gusto pésimo, antiestético y vulgar y si a todo ello añadimos la desgracia que recayó a la plaza del mercado con lo maravillosa que era… apaga y vámonos. Por cierto, ¿alguno de ustedes podría darme razón de dónde se encuentra el pozo de piedra labrada que se encontraba en el centro del patio interior "de devall sa plaça", y que con la llegada del primer ayuntamiento socialista, se decidió quitar de en medio?

Continuando con el busto de Augusto Miranda, añadir que se erigió en el centro del paseo por razones de estética y visualidad, puesto que además de darle así más realce se distinguía desde todas las calles inmediatas y hasta desde la plaza del Príncipe. En aquel sitio, entre la tierra y el mar sería como un símbolo de las mejoras y progresos con que en el ramo naval dotó a Mahón el titular del monumento.

La prensa del momento añadía: Los obreros que trabajan en el lugar, cada uno de ellos ocupado en su labor, mientras tanto en el patio de la casa señorial de los herederos de Ládico se podía ver como tallaban y pulimentaban hábilmente los sillares o piezas de hermosa piedra extraída en Menorca, debidamente yuxtapuestas para formar el pedestal o basamento del busto.

Terminada la pavimentación con "macadam" lechado en la plaza central y con chapa llena de hormigón en los trozos de las calles empedradas de San Sebastián comprendidos entre el paseo Miranda y la calle de Santa Ana, en el que un vecino contribuyó con la aportación de 2'50 pesetas por metro cuadrado de pavimento.

Después se pavimentó con firme alquitranado el trozo de entrada a la plaza del Claustro.De esta manera se evitaba que los días de viento entrase el polvo en las carnicerías. Se finalizó el pavimento con macadam lechado, gracias a la aportación del vecindario, el trozo final de la calle de San Fernando que se encontraba en muy mal estado y donde se acumulaba gran cantidad de tierra. Finalizando el acabado de las aceras.

Aprovechando los materiales que habían quedado almacenados tras finalizar estos trabajos, el señor Lladó y su equipo continuó, según acuerdo del Ayuntamiento contando con la aportación de los propietarios, la pavimentación de la calle de San Roque en toda su longitud empleando el macadam, lechado en la parte plana, o sea entre la plaza de la Constitución y la calle del Rosario y el hormigón blindado en el resto de la calle que exige este sistema por su pronunciada pendiente.

El trabajo escultórico del mismo se hallaba en plena actividad. Produciendo infinidad de polémicas entre los mejores artesanos, indignados por haber elegido el señor Moncada a un escultor alemán, preguntándose, del por qué no se eligió a ninguno de los escultores mahoneses, que los había "i molt bons".

El mes de mayo, aquel lugar recibió la visita de muchos ciudadanos para comprobar el trabajo bien hecho, a la vez que dirigido de don Sebastián Lladó Salleras, quedando completamente terminado el nuevo pavimento asfaltado. La obra fue bien acogida por los vecinos y el público al ofrecer un mejor aspecto evitando las molestias del polvo. Colocándose la farola en el centro con amplios bancales. Con la circulación de vehículos se podría apreciar el resultado del nuevo pavimento. Pienso yo que debió ser la primera rotonda.

Haciendo honor a la verdad, creo ha llegado el momento de decir que el levantar un monumento al exministro de la nación, Augusto Miranda, dividió a nuestra ciudad, la mayoría estuvo en contra del mismo, clamando que el presupuesto se debió dedicar a don Mateo Orfila, el cual no fue elevado hasta treinta años después . Ya lo dice el certero refrán: Nadie es profeta en su tierra.