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El domingo pasado los Powertrip anunciaban a bombo y platillo en elCulturàlianúmero 208 -que no es poco- la programación de un "secret show". El empuje de la banda menorquina por dar un valor añadido a su producto, ya de por sí de calidad, honra su manera de urdir cultura. Un concierto para unos pocos, desde un lugar misterioso y que a estas alturas de la película, cuando usted lea este artículo, ya habrá sido revelado en el más amplio sentido de la palabra.

La energía de Sánchez Tuomala y los suyos por el que será su segundo disco y todo el atrezzo promocional que envuelve y seguirá envolviendo dicho proceso me da que pensar. Reflexiono en el ingenio que hoy deben de gastarse las bandas jóvenes de rock para hacerse oír. Ya no basta con ser bueno, ahora además hay que ser avispado y, a poder ser, como una especie de hechicero encima del escenario.

Lejos de las entretelas desde donde los organismos oficiales velan por la parte burocrática de la cultura, la praxis nos demuestra que la verdadera instrucción está en la calle. La autenticidad de quien crea acaba, tarde o temprano, convenciendo al espectador. Por ello, y por más que les pese a quienes aun defienden aquello de "al pueblo pan y circo", todavía actualmente se puede hablar de cultura ultra secreta. De no ser por aquellos autores y autoras anónimos que durante años tejieron los misteriosos hilos de las artes, usted y yo no estaríamos aquí y ahora. Y esta realidad sería aun más aparente de lo que ya es.