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Sé que todos piensan que estoy loco, pero quienes necesitan ayuda son ustedes, la Humanidad, lo hemos perdido TODO. Yo solo intento preservar la imaginación". Las palabras de aquel individuo, uno de tantos que sin venir a cuento se cruzan en tu vida una mañana de domingo, me inquietaron tanto que accedí a que me mostrara el interior de su nave. En aquella ocasión, como en tantas otras pocas, el "empresario" -pues así deseaba que me dirigiera a él- volvió a demostrar que la demencia no la sufría él, sino el sistema unificado que había aniquilado cualquier tipo de expresión impresa que no llevase el membrete del Estado Mundial. Aquella nave, en realidad, daba cobijo a miles y miles de publicaciones distribuidas cuidadosamente por materias. Una galería de infinitas estanterías con obras venidas de todos los tiempos y de todos los lugares del mundo. Una biblioteca donde se juntaban las más importantes letras del ayer.

Un cazador de papel e imaginación. Un literato, un prodigio, un científico loco si quieren, pero por encima de todo un hombre libre.