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Aún hay mecenas. Pese a la que está cayendo y cuando la palabra "recorte" es una de las más pronunciadas en el ámbito cultural, quien valora el arte sigue apostando por la calidad. Carlos Mascaró (1957) ha vivido en primera persona un insólito encargo por parte de un vecino de Es Mercadal que prefiere permanecer en el anonimato. Su encomienda: que el prestigioso pintor de Ferreries realice una reproducción de la espectacular obra de Caravaggio, "San Mateo y el ángel" (1602) -también llamado "La inspiración de San Mateo"-. Un cuadro que donará a la parroquia del municipio, donde ocupará un lugar relevante en el altar, frente a un desconocido lienzo de San Juan Bautista.

"Se trata de un señor que desea legar algo importante a su pueblo", explica Mascaró, quien no disimula su entusiasmo por un proyecto que le permitirá indagar, todavía más, sobre la vida, obra y la minuciosa técnica de quien fue uno de los pintores más influyentes del Barroco.

"Tras estudiar varias opciones, finalmente fue el propio rector, Joan Tutzó, el que me sugirió la temática y la opción de Michelangelo Merisi", recuerda Mascaró acerca de una propuesta pictórica que, "aunque no sea una de las más conocidas", merece un lugar destacado en la producción de Caravaggio por el dramatismo y la fastuosidad de la escena. En el lienzo aparece San Mateo escribiendo el Evangelio al dictado de un ángel. El cometido le llegó a Caravaggio de la mano del albacea testamentario del comerciante francés Mateo Contarelli para la decoración de la Capilla Contarelli, en la Iglesia de San Luis de los Franceses de Roma (Chiesa di San Luigi dei Francesi). El maestro italiano realizó una primera versión en 1599 a partir de la idea de un San Mateo rudo -con las piernas llenas de varices- que a la hora de escribir se ve auxiliado por un ángel que, con ternura y firmeza, guía la mano del anciano. Un trabajo inicial que fue tachado de poco decoroso y que tuvo que retirar. Este original acabó en el Kaiser-Friedrich Museum de Berlín donde fue destruido por los bombardeos sobre Alemania durante la Segunda Guerra Mundial.

Recientemente, Mascaró viajó a Roma con el fin de estudiar al detalle el lienzo de Caravaggio. Durante cuatro días acudió a la Iglesia de San Luis de los Franceses con un cuaderno de notas. Allí contempló la magnitud del cuadro con unas dimensiones de 3 por 2 metros, y que en el caso de la reproducción menorquina será de 1,80 por 1,60. Este comparte espacio en la Capilla Contarelli con los lienzos laterales: "La vocación de San Mateo" y "El Martirio de San Mateo", también de Caravaggio, como parte de la serie dedicada a San Mateo Evangelista.

Mascaró analiza al genio en profundidad desde el día en que recibió el encargo. Su pasión por el italiano comenzó de pequeño cuando en 1971 (tenía trece años) compró su primer libro de Michelangelo Merisi. Al módico precio, entonces, de unas 80 pesetas muy bien invertidas.

A su regreso de la ciudad del Tíber, hace unos días, trajo consigo un bello ejemplar, de S. Schütze, sobre la obra completa, aunque confiesa que una de sus publicaciones preferidas es la de A. Graham-Dixon "Caravaggio: Una vida sagrada y profana".

El compromiso del pintor menorquín ha de cumplirse a un año vista, por lo que el cuadro deberá concluirse a finales de 2012. "La inauguración será esta navidad", avanza. Hasta entonces, la intensidad de su trabajo marcha con la pasión que pone en cada uno de sus proyectos. Durante la visita de Culturàlia a su estudio, el autor mantiene el misterio del trazo. "No me gusta mostrar mi obra hasta que no está acabada", dice. Cuestionado sobre la dificultad técnica de la misma, acentuada por los fuertes contrastes de claroscuro, responde que: "Lo más complejo es la representación del ángel, por su perspectiva casi en escorzo". A ello hay que sumarle el reto de que hace muchos años que no realiza figura. Con el mimo y la sensibilidad que le determinan, Mascaró utiliza pinturas y pinceles comprados en Roma. "También los puedo encontrar aquí, pero me gusta pensar que así portará parte de la esencia italiana".

Uno no recibe todos los días el encargo de hacer un Caravaggio. La delicadeza artística que exhala su experiencia sorprenderá como acostumbra. No cabe duda.