TW
2

Miguel Ríos presentó el pasado jueves "Cosas que siempre quise contarte", en el Ateneu de Maó, arropado por Margarita Orfila –presidenta del Ateneu–, Mikel Jorge y Miguel Barca. El libro, de carácter autobiográfico –aunque no al uso– y escrito por él mismo en un año y medio, logró reunir a un numeroso grupo de personas que, con sus preguntas, animaron un acto cercano y con recuerdos comunes, con preguntas sobre su pasado pero que también incidieron en la política actual.

El acto estuvo estructurado en tres partes. Una primera introducción por parte de los miembros de la mesa para seguir, a continuación, con las explicaciones del cantante y un turno de preguntas. Las anécdotas de su trayectoria profesional, encuentros y desencuentros, fueron el hilo conductor lógico en una presentación de este tipo. Cuando la presidenta del Ateneu hizo referencia a los premios recibidos por el artista, él respondió jocosamente: "que te den una medalla por algo que te gusta hacer es absurdo". Miguel Ríos reconoció que son las memorias de un músico agradecido porque ha podido vivir de ella durante cincuenta años. Y una muestra de este agradecimiento fue cuando reconoció que la motivación para escribirlo fue su público. El libro, que bien podría ser una novela, se abre con el último concierto que hizo en México. Es un recorrido fiel de su andadura musical y cargado de emociones. Y es que el rock es una forma de comunicación, quizá la primera muestra de globalización de la España de los años ochenta. Mikel Jorge rompió el hielo en el turno de preguntas, que se animó más de lo que el propio autor podía imaginarse. Así, sus fieles seguidores dieron rienda suelta a sus curiosidades, le agasajaron y Miguel Ríos respondió a todas las cuestiones sin temor a mojarse sobre temas como el Madrid de Tierno Galván, las drogas, la SGAE de Teddy Bautista, la inmigración o la economía, entre otros.

Entrando en anécdotas, explicó que componer "El Himno de la Alegría", con 24 años, le sirvió para seguir aprendiendo. O que por su primer disco (en 1962 y con 17 años) Phillips le pagó 3.000 pesetas, "antes no había royalties, cobrabas eso y punto".