Taula. La concepción del Auditori de Ferreries y el Centro de Formación dibuja una mesa | Gemma Andreu

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Ferreries cuenta desde hoy con una infraestructura dedicada al mundo de la cultura y las artes escénicas, que es único por sus características y que está obligado a trascender más allá de Menorca y las Illes Balears. El arquitecto madrileño Javier Bardón Artacho, ganador del concurso de ideas y autor del proyecto afirmaba en estas mismas páginas que los tiempos en arquitectura, como en tantas otras cosas con voluntad de permanencia, casi sin excepción, se miden en lustros o decenios. El nuevo Auditori de Ferreries ha tardado doce largos años, casi trece, en poderse acabar pero supone la culminación de una demanda social que finalmente se convierte en tangible como edificio excepcional, cuyo resultado une un auditorio de primer nivel, con un centro de formación para las artes escénicas.

Como describe poéticamente el propio Bardón, el proyecto se concibió como dos elementos ciegos flotando en el aire que configuran un vacío entre ellos, una mesa, una taula, que por la ligereza de su apoyo, no se apropia del espacio circundante sino que lo deja fluir. Ubicado en la zona de Es Desmais, frente al monte de S'Ermita y al lado del torrente de Son Granot, configura un crecimiento natural del municipio, haciendo una expansión de Ferreries con la intención de ser un puente hacia un parque urbano, tal y como explica el arquitecto del proyecto. Los tres materiales protagonistas han sido esencialmente paneles prefabricados de aluminio blanco microperforado, madera natural y vidrio, esencialmente.

Tres espacios

El nuevo equipamiento cultural de Ferreries desarrolla tres grandes espacios para el visitante. Un auditorio cerrado con capacidad para 260 personas, un auditorio abierto cuya posibilidad de uso viene dibujada por una pantalla retráctil que se esconde en el propio edificio y que permitirá proyecciones al aire libre y finalmente, un centro de las artes escénicas que permitirá acoger el trabajo de formación que realizan las más de cincuenta entidades del municipio. «El elemento central es un vestíbulo que da acceso a la derecha al auditorio, y a la izquierda al centro de formación, quedando arriba el gran auditorio al aire libre. La propia ladera otorga una gradería natural con una vocación integrado a todo el espacio» detalla el arquitecto madrileño.

Auditorio

Como que el planteamiento inicial del proyecto era hacer una sala multifuncional, Javier Bardón explica que el Auditori se ha predispuesto como un espacio versátil cuyo equipamiento escénico, también responde a la idea de la multifuncionalidad. En este sentido, las gradas son retráctiles y permite montar un escenario de mayor o menor dimensión, cuyo techo está diseñado con toda una estructura metálica monitorizada por una serie de motores que permite adoptar una iluminación bien como un teatro más clásico (imaginemos el Principal de Maó), bien como un teatro romano dependiendo de la voluntad del director de escena, pudiendo llegar a generar un ambiente en el que no exista diferencia entre espectáculo y espectador. 

El exhaustivo equipamiento con el que se cuenta ha sido llevado a cabo por la multinacional Chemtrol, un referente indiscutible a nivel nacional e internacional con un currículum en el que se incluyen las mejores infraestructuras escénicas de nuestro país. Sesenta focos y doce motores constituyen una cifra para medir que se trata de un equipamiento de excepción.

Centro de formación

El edificio destinado a las entidades de Ferreries cuenta con doce aulas individuales, dos salas de ensayo, una aula de gimnasio y una sala de reuniones con capacidad para cien personas. La fachada de panel de aluminio microperforado concede una majestuosa iluminación a todo el recinto, que genera un efecto visillo tal y como explica Bardón. De día otorga un semblante blanco y ciego pero de noche, cuando está iluminado, tiene un efecto cristalera.

Para la realización de toda la infraestructura, el arquitecto Javier Bardón, que es también profesor de las universidades SEK de Segovia, Menéndez y Pelayo de Santander y Carlos III de Madrid, ha contado con un equipo técnico de más de quince personas, que en una primera fase de la ejecución en los doce años de singladura, tuvo a la empresa Construcciones Olives y en la segunda, a la UTE que formaron la constructora Antonio Gomila y la empresa especialista en obras escénicas, Chemtrol.