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La historia de la humanidad se puede leer, en parte, en los huesos. Bien lo sabe la arqueóloga Elena Sintes, quien desde hace tiempo estudia a través de ellos las enfermedades de los talayóticos. Unos descubrimientos que este viernes compartió con el público en el Cercle Artístic de Ciutadella con la colaboración del médico Antoni Gómez Arbona, quien aportó una perspectiva más contemporánea; juntos impartieron la conferencia «Les malalties dels talaiòtics i les dels menorquins actuals».

Explica Sintes que el hecho de que en Menorca casi siempre se encuentren entierros colectivos hace aún más difícil la tarea de obtener información. «Nos agarramos a lo que tememos», sostiene. Gómez Arbona, que trabaja con los pacientes de forma directa, sabe bien lo complicado que resulta la labor de los arqueólogos, especialmente porque en Menorca no se han encontrado tejidos blandos, como si ocurre en el caso de las momias.

Lo que sí parece claro es que los talayóticos y los menorquines actuales comparten algunas dolencias. «Una de ellas son las enfermedades degenerativas, como la artrosis», explica Sintes, en otras palabras el desgaste de las articulaciones por el paso del tiempo.

Otra de las patologías que el análisis de los huesos de hace casi 2.500 años ha desvelado son los problemas de la columna vertebral. Y es que el precio de ser bípedos se paga alto, especialmente con la carga de trabajo que soportaban los menorquines prehistóricos.

Averiguar las causas que provocaban la muerte hace miles de años son complicadas, pero la hipótesis que manejan los expertos, tal y como recuerda Sintes, es que las enfermedades infecciosas eran una de los principales causas de mortalidad. «Vivir en lugares en los que compartían espacio con los animales propiciaba que se transmitieran muchas enfermedades», apunta.

También se tiene constancia a través del estudio de los huesos de la existencia en la antigüedad de enfermedades metabólicas, provocadas por la carencia de algún tipo de vitaminas o el desarrollo de anemias graves. Los estudios confirman así la antigüedad de algunas dolencias humanas y desvelan que la principal diferencia es que afectaban a las personas mucho antes. En ese sentido, recuerda Gómez Arbona que la esperanza de vida del hombre talayótico era aproximadamente de 40 años, hoy en día es de 84.

El gran debate abierto queda en torno a las trepanaciones que se realizaban en la época talayótica. Existen evidencias, pero los expertos no se ponen de acuerdo en si eran intervenciones médicas o tenían que ver con una interpretación mágica. Lo que sí se sabe es que la mayoría de las personas que se sometían a esa intervención, tan complicada hoy en día que no se lleva a cabo ni en el Mateu Orfila, sobrevivían al proceso. Un hecho que confirma que «ya tenían un tratamiento para el dolor, sabían utilizar las plantas como medicina y cómo desinfectar lesiones», explica Gómez Arbona. «Sabían cuidar unos de los otros», concluye Sintes.