Guiem Soldevila en la foto promocional de un disco que también ha editado en vinilo | Ivan Ivanovich

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Dice Guiem Soldevila que «sacar un disco es una aventura» y el músico menorquín ya cuenta con unos cuantos a sus espaldas. Este viernes ha añadido uno más, «Metaphora» (Satélite K), un álbum en el que su música toma un nuevo rumbo.

Cuando en 2018 decía eso de hasta mañana o la próxima metamorfosis, ¿ya tenía en mente este giro que ha dado?

—Los giros a nivel creativo forman parte ya de mi historia musical. No soy un compositor lineal, en absoluto. Cuando llevas tiempo trabajando en un disco hay algo intuitivo que te lleva a explorar terrenos en los que no había estado antes. En el caso de «Metaphora», el cambio es más a nivel musical y de idioma.

¿Cómo ha sido la transición al inglés?

—Ha sido un proceso muy natural porque siempre he cantado en inglés, aunque es verdad que no había compuesto en esa lengua. Ahí está la diferencia, y para mí ha sido un giro muy interesante, tanto a nivel de sonoridad como lo que implica musicalmente. Cuando cambias el idioma, también cambia la música.

En esa indagación de nuevos territorios, ¿ha tenido algo que ver la situación de pandemia que estamos viviendo?

—El proyecto venía de antes, pero la pandemia deja huella en todo y en todos. Y dentro de este disco hay una canción como «Windows», que es hija de esa época; surgió de la sensación y la experiencia en la que estábamos inmersos. Pero en lo que se refiere a la temática general, venía de antes. Es un disco en el que el mar está muy presente, en sentido literal y metafórico.

¿Ha limado el inglés de alguna forma ese aire mediterráneo de Soldevila?

—No es un disco mediterráneo, aunque sí hay algunos instrumentos característicos, como el laúd. Todo está enfocado de otra forma, con un prisma y una perspectiva muy distinta. Eso sí, el mar como concepto sí que está muy presente. Mi idea era conectar con algo más acuífero. El otro día un periodista me definió el álbum de una forma que me gustó mucho, como un disco oceánico, me parece acertado.

El giro también tiene que ver con un sonido con un toque más electrónico.

—No es un disco de música electrónica ni mucho menos. Este trabajo me ha abierto la posibilidad de asomarme al mundo de la electrónica. Sobre todo a nivel de sintetizadores, que es un terreno en el que hace años que me quería adentrar de una forma más intensa. Pero es verdad que no he dejado de lado la esencia de mi música; doy mucha importancia a la melodía, a las armonías vocales y de cuerdas... Eso está muy presente, es la esencia de lo que hago. La electrónica me ha permitido tener un sonido más expansivo y crear diferentes atmósferas. Me gusta que sea un viaje que te hace recorrer diferentes paisajes sonoros.

Un sonido más expansivo en lo artístico y que en lo idiomático abre la puerta a la llegada de nuevas audiencias...

—Sí, está claro. Pero no está hecho con esa intención. Para mí el idioma ha sido un aspecto absolutamente creativo. Me gusta mucho tocar en directo, y esto supone una puerta para conectar con más gente me parece genial. No hay una estrategia comercial detrás de esa decisión.

¿Hay más implicación en el proceso de producción que en otras ocasiones?

—Siempre me he implicado mucho en todos. Es verdad que el anterior fue un disco con muchísimas colaboraciones de otros músicos. Con «Metaphora» vuelvo a la tradición de mis primeros trabajos, ya que es un disco grabado de una forma más intima, aunque resulta curioso que el sonido es mucho más expansivo. Lo he grabado casi todo en mi pequeño estudio, la mezcla la ha hecho Mathias Chaumet en Francia y la masterización Yves Roussel en Barcelona.

¿Pero también hay otras colaboraciones, ¿cierto?

—Sí, Lluís Gener al bajo, Pau Cardona en los chelos, Violant Menorca en los violines. Y luego hay una pequeña colaboración de mi madre, Maria Àngels Gornés, que hace un coro en «Black Noise». También considero importante el trabajo realizado por el pintor Carles Gomila en el diseño de la imagen. Una estética que también se va a ver reflejada en el directo.

Parece que ahora nunca es buen momento para sacar un disco por las limitaciones existentes todavía para presentarlo en directo.

—Para mí un disco debe sacarse cuando el creador siente que está listo. El mío comenzó antes de la pandemia, pero fue durante ese periodo el proceso más intenso de grabación y de pulir cosas. ¿A nivel comercial? Es un momento distinto, las estructuras están cambiando y de alguna forma hay que adaptarse al momento, pero también reivindicar con fuerza la creación.

¿Hay fechas para conciertos?

—Sí, tres dentro del Festival Barnasants en Barcelona, Valencia y Palma en abril. La presentación oficial en Menorca será el 15 de mayo en el Teatre des Born.

¿Habrá otra metamorfosis para el próximo disco?

—El título del disco anterior ya insinuaba el cambio, y así ha sido. Yo siempre estoy creando. Tengo un proyecto en mente aunque no sé cuándo se ejecutará. Pero tengo un montón de ideas instrumentales y tengo que encauzarlas en algún tipo de proyecto, ya veremos cuándo y cómo. La de las bandas sonoras es otra faceta mía que nunca dejo de lado. La realidad es que acabo exhausto cuando termino un disco.