Eduardo Bermejo expone una decena de cuadros a color y en blanco y negro en la galería The Flat, en Maó. | Josep Bagur Gomila

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El pintor autodidacta -como le gusta denominarse- Eduardo Bermejo (Valencia, 1984) se inició con poco más de 14 años en el mundo de los grafiti, empezó a pintar murales para las discotecas, luego en locales comerciales y el pasado mes de abril expuso su obra en Kingston, Jamaica,    en una muestra patrocinada por la Embajada española en la isla caribeña. El pasado viernes aterrizó en Menorca para estar presente el corto fin de semana en la galería The Flat, en Maó, y compartir su obra con los clientes y visitantes de la galería.

Eduardo Bermejo es un tipo que irradia cercanía, a pesar de su juventud es un experimentado artista que ha expuesto en varios países -Francia, Italia, Alemania y España, entre otros- y te invita a sentarse junto a sus cuadros para que la entrevista se impregne de su arte. El pasado 26 de marzo, sus cuadros ocuparon un lugar preferente en la inauguración de la galería The Flat, de los cuales faltan algunos porque ya han sido comprados por clientes. «Mi eslogan es ‘I’m not an artist’, no soy un artista, porque quiero hacer un poco de autocrítica y romper los estereotipos del artista establecido o del arte puramente mercantilista. Es una manera de reivindicar esta contracultura dentro del mundo del arte», asegura al inicio de la entrevista.

Su inicio en el arte de los grafiti no gustó a su padre que quería que estudiara Humanidades y que se procurara un oficio para ganarse la vida. «Me decía lo típico, te vas a morir de hambre, búscate una seguridad, pero mi hobby se empezó a convertir en algo real, empezó a monetizarse. A partir de ahí empecé a interesarme a nivel profesional, aunque no tengo una formación reglada y eso ha sido muchas veces la idiosincrasia de mi trabajo, porque al no saber el estilo que estaba buscando, ha sido como un proceso de investigación y he tratado muchas veces de justificarme en mis pinturas que sé pintar», asegura.

Afirma que su obra bebe mucho del grafiti, se caracteriza por la línea muy sólida, «busco también romper un poco la figuración con    un trazo fuerte, potente y seguro que tiene mucho que ver con la caligrafía japonesa. Prefiero hacer veinte veces el mismo retrato con una línea suelta que pintar durante muchas horas el mismo retrato hasta dejarlo... Busco captar ese impulso de ese dibujo. Aunque siempre mantengo los mismos iconos y simbología siempre son diferentes», subraya.

En The Flat puede contemplarse su trabajo que sigue los consejos del crítico de arte y periodista Francisco Agramunt Lacruz para moldear su propio estilo, «a veces la gente piensa que esas formas de los cuadros en blanco y negro son muy sencillas y que cualquiera lo puede hacer, pero detrás de todo eso hay un sacrificio muy fuerte porque piensa que es una profesión y estoy apostando por mi sello y así es como me encuentro con muchas adversidades en mi trabajo y en el mercado, hasta que ya veo que se está consolidando. No trato de buscar formas comerciales de fácil venta, quiero que golpee metafóricamente y que sea emotiva y dé pie    a la reflexión».

Uno de sus últimos trabajos ha sido un cuadro de siete metros para un cliente de Madrid que vio un mural suyo en Kaya, Jamaica. Y su objetivo: «Quiero hacer una pintura humanista, no la quiero hacer politizada porque hoy tendrá una función y mañana ya no sirve. Quiero hacer algo que sea trascendente y atemporal», concluye.