Por la magnitud de las obras, la muestra se ha extendido al resto del centro de arte.    | Josep Bagur Gomila

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Corría el año 1971 cuando un grupo de amigos convergieron en Barcelona gracias a un impulso que tenían en común, la creación artística. Un ímpetu que les guió en el camino hacia su gran primera exposición, que en noviembre de ese mismo año inauguraron en la Academia de Bellas Artes de Sabadell. Aquello fue el comienzo de una aventura que se ha prolongado en el tiempo hasta la fecha.

Para conmemorar el 50 aniversario de aquella muestra, los miembros de ese colectivo, conocido como Trobada 71, regresaron en noviembre de 2021 a la misma sala que les acogió en su debut, cuando apenas habían alcanzado la mayoría de edad, para celebrar otro gran encuentro de la mano, una vez más, de una exposición como acompañamiento.

Un montaje que ahora, casi un año después, se ha puesto en ruta para aterrizar en Ciutadella. La Sala Xec Coll, en el Centre Municipal d’Art, acogerá hasta el 28 de este mes la colección a la que da forma la combinación de las propuestas de cinco artistas. Estos son Teresa Abad (fotografía y pintura), Francesc Castilla (acuarelas), Montse Gascó (fotografía digital), Pilar Junyent (cerámica) y Salvador Saura (pintura sobre velas de barco recicladas).

Ha sido precisamente este último el gran responsable del desembarco de «Trobada 71», que también da nombre a la exposición, en Menorca. «Soy casi menorquín», explica Saura argumentando que desde 1976 pasa cada año los agostos en la Isla. Es por ello que le hace «especial ilusión» poder enseñar sus obras, unas creaciones directamente relacionadas con la amistad que todos ellos han ido forjando con el paso de los años.

El edil Damià Moll, junto a tres de los artistas: Junyent, Saura y Gascó.

Aunque la temática está directamente relacionada con el mundo marítimo, en realidad se puede hablar casi de cinco exposiciones en una por las diferentes técnicas artísticas que aglutina. Un espacio, el ‘Xec Coll’, que se ha visto desbordado por la magnitud de varias de sus piezas, como las velas de barco pintadas por Saura. Ello ha propiciado que el discurso expositivo haya invadido el resto del edificio.

De alguna manera se puede decir que las velas se levantan, no solo por el tamaño sino también por lo novedoso, como grandes protagonistas de la exposición. Saura, arquitecto técnico de profesión, siempre ha trabajado con la pintura desde una perspectiva artística. Todo cambió el día en que rescató la vela de un viejo velero y decidió darle una segunda vida. «Se me ocurrió pintar una imagen y a partir de ahí seguí adelante», relata. Un trabajo laborioso, explica, porque además de conseguir el material, hay que rehabilitarlo y acondicionarlo para poder actuar sobre él.

Tela sobre la que plasma su amor por el mundo del mar (también ha pintado el molino de Sant Lluís) y que combina con los juegos digitales de las imágenes de Gascó. Piezas que encajan también con las propuestas pictóricas de Abad, las acuarelas de Castilla y las piezas cerámicas de Junyent. Una combinación que sigue buscando rutas para poder seguir exhibiéndose. Tal y como avanza Saura, ya piensan en regresar a la Isla. Su deseo sería poder hacer una muestra en un espacio de las posibilidades que, también en Ciutadella, ofrece la sala El Roser.