Imagen de uno de los conciertos más recordados, el del baterista Elvin Jones en 2003. | Cris

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«Un grupo de amigos que consumíamos jazz de forma clandestina pero legalmente». Así resume Ignasi Mascaró la semilla de Jazz Obert, entidad cultural sin ánimo de lucro fundada en 1998 y de la que fue presidente durante algo más de una década. Un colectivo que surgió al refugio del club Sa Clau, una cueva en el puerto de Ciutadella, cuna del género jazzístico en la Isla y el lugar donde nació la idea de organizar el ‘Menorca Jazz’, uno de los festivales más importantes de la agenda local y que precisamente esta semana clausura la edición número 25 de su historia.

Rememora Pasqual Roman, dueño de Sa Clau y primer presidente de una entidad que nació bajo el nombre Jazz Obert Associació d’Al·ligàtors, que a finales de los 90 se encontraban con el problema de la «poca programación que existía para escuchar jazz, siempre teníamos que viajar fuera». Así, poco a poco, desde una oficina que les cedieron en el instituto Josep Maria Quadrado de Ciutadella, fue tomando forma un festival por el que luego pasarían grandes estrellas.

Una bonita aventura que nació con idea de tener continuidad pero que no siempre fue fácil sacar adelante. «Parecía poco probable que pasáramos de organizar cinco o seis ediciones, pero el tiempo ha transcurrido y aquí sigue el festival», continúa Roman. Isaac Melis, quien durante años también ostentó la presidencia, recuerda que «cuando comenzamos existía un vacío que nos fue muy bien». ¿Esperaban llegar tan lejos? «Creo que nació con la intención de que llegase a ser un festival importante y lo hemos conseguido», responde.

Es el Menorca Jazz Festival una muestra musical con pasado y también mucho futuro. Y la clave del éxito pasa por el papel jugado por «un equipo humano fantástico», destaca Mascaró, y «la buena respuesta del público». Atrás quedan los tiempos que recuerda Roman en los que viajaban a Barcelona para fichar «directamente» a los artistas. Las cosas han cambiado mucho, añade Melis: «Al principio éramos una asociación un tanto artesanal, en la que todos hacíamos de todo, nos tocaba pelear con los managers y también con las instituciones para conseguir subvenciones».

Ahora todo se ha profesionalizado mucho en un sector cada vez más competitivo. Superados los años de crisis que provocaron los recortes en la ayudas y pasada la pandemia, el festival luce con más esplendor que nunca y se codea con los eventos internacionales en las ferias profesionales europeas. Pero lo más importante para sus responsables es que ha generado toda una cultura jazzística alrededor de la Isla. «Hemos conseguido erradicar el carácter elitista que muchos atribuían al jazz, y a ello ha contribuido mucho el grupo de jazz dancers», destaca Mascaró. Al respecto, Roman añade que el hecho de que el género musical «esté tan presente» en los conservatorios y las escuelas de música es otra buena prueba de la contribución de Jazz Obert a la cultura insular.

El apunte

Una cita por la que han pasado grandes estrellas del género

La nómina de artistas que han pasado durante los últimos 25 años por el escenario del festival es amplísima, y se ve que en las reuniones de la junta directiva de Jazz Obert han surgido en numerosas ocasiones charlas sobre cuáles han sido los grandes momentos del festival. Como es normal, hay opiniones para todos los gustos, pero nos quedaremos con la elección de los tres presidentes que han participado en el reportaje. Ignasi Mascaró lo tiene claro, en su caso el concierto que está grabado en su mente es el del contrabajista Dave Holland. Pasqual Roman cita dos artistas por encima de todos: David Murray y Brad Mehldau. Por último, Isaac Melis escoge el que quizás no ha sido el mejor concierto «pero sí el más emotivo» por el reto que implicó conseguir que Elvin Jones, el que fuera batería de Coltrane, visitara la Isla.