El pintor menorquín Kenjiro.

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La primera individual, y además en casa, hace que la experiencia tenga algo de «mágico». Así lo explica Kenjiro Granados (Alaior, 1998) en relación a la exposición titulada «1998» y que hasta el próximo día 10 se puede visitar en el Convent de Sant Diego. Residente en Barcelona desde hace unos años, el artista ha regresado a «donde todo empezó» para mostrar al público su primera gran colección. Una muestra compuesta por 15 obras pictóricas nacidas con un propósito, reflejar y transmitir «la no linealidad de la vida».

Una colección de 15 obras en las que aborda el sentido de la vida a través del arte.

Formado en la Escola d’Art de Menorca, donde se especializó en el área de asistencia al producto gráfico impreso, ha trabajado como profesor y diseñador gráfico freelance, pero desde hace un año se encuentra completamente volcado en el mundo de la pintura. Kenjiro destacó desde bien joven con las figuras que ya dibujaba en lápiz y papel y se adentró en el panorama artístico a través del mundo del grafiti, un pasado cuya influencia puede adivinarse todavía en algunas de sus creaciones.

«1998» es un proyecto que tiene su origen en la experimentación con los microrrelatos, con «desarrollar una historia a partir de pequeñas acciones» para desembocar en una serie en la que las obras «se entrelazan en torno a un concepto» para a la postre adquirir un significado en su conjunto. Así, la cifra que representa el año de su nacimiento sirve como título parra dar a una muestra que «habla de las diferentes tramas de la vida y cómo estas transcurren al mismo tiempo».

Una muestra en la que confluyen las experiencias personales del autor con una visión crítica de la realidad del mundo actual. Piezas, principalmente con la técnica del óleo, pero en las que también caben los sprays de su pasado grafitero y las tipografías, un campo que bien conoce por su formación.

Cuando se le pregunta por la semilla de su carrera artística, el tiempo se remonta tan atrás que dice no acordarse, pero Kenjiro reconoce que un momento complicado de su vida se «refugió» en el arte porque se dio cuenta de que «eso era lo que me hacía feliz».

Con los años está depurando un estilo muy personal, que a simple vista se mueve entre el pop art y el naif. Kenjiro no se plantea metas más allá de «seguir mi camino, continuar aprendiendo e ir aprendiendo cosas nuevas. No considero que tenga que llegar a ningún lugar en concreto como artista, sino más bien dejar que sigan ocurriendo cosas», concluye.

El apunte

Un proyecto basado en el flamenco y sus letras, en la hoja de ruta de cara al futuro

Hay algo a lo que Kenjiro lleva tiempo dando vueltas en su cabeza, y como amante de la música que es tiene que ver con uno de sus géneros favoritos, el flamenco. La idea es crear una nueva colección de creaciones basadas en fragmentos de letras de canciones de este estilo. Y es que en su producción la música es una fuente de inspiración importante. «Me interesa mucho cómo esta se organiza, y cómo mediante palabras se consigue imágenes en nuestras cabezas», defiende el menorquín, que «intenta extrapolar ese discurso» como base de su producción artística.