Pere Pons, posando esta semana junto a algunas de las piezas que exhibirá en Es Castell hasta el 15 de octubre. | Gemma Andreu

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Pere Pons (Alaior, 1949) siempre está encantado de hablar con la prensa, pero en esta ocasión pide un poco de tiempo para pasar antes por la tienda y comprar algo de material de trabajo antes de hablar de su nueva exposición. Tiene 74 años y está jubilado, pero no de la actividad artística. «De esa profesión no pienso retirarme; el trabajo es vida, no puedo imaginar el hecho de jubilarme en el arte, dejar de pintar lo veo imposible, sería un suicidio», asegura.

Estos días es noticia porque recientemente ha inaugurado la muestra «40 anys de    Gràfica». Una colección que responde a una invitación para llevar su obra al Hotel Barceló Hamilton, en Es Castell.En un principio, la idea no era una exposición antológica, pero cuando el artista miró su fondo de catálogo acabó siéndolo. Todo fue comenzar a sacar material de taller para terminar reuniendo un conjunto formado por cerca de 70 obras. Grabados que nunca había enseñado al público, otros inacabados y algunos sin editar, junto a la obra «del día a día».

Y es que pese a que en los últimos años su vida «ha dejado de ser horizontal y ha pasado a tener altibajos», unos cambios que atribuye en parte a todo lo que en su día rodeó al gran proyecto de su vida, Xalubinia, Pons sigue pintando, siempre que puede, cada día. «Muchas veces trabajo a deshora y en otras ocasiones me quedo esperando a que me llegue la inspiración». Cuando no tiene ganas de desplazare a la nueva sede en Maó de la academia que fundó en Alaior, trabaja en su antiguo taller de casa.

En su actual exposición se pueden encontrar todas las técnicas de grabado existentes en el mundo, y por supuesto esa que es marca de la casa de Xalubinia y cuya esencia quedó reflejada en el libro «Del hierro al color». Una obra en la que desvelaba los secretos de la plancha de hierro para hacer grabados a todo color,    dando forma a un nuevo concepto que convierte el grabado en una obra pictórica. La colección de esta retrospectiva se complementa con algunas obras para las que utilizó técnicas mixtas para sus pinturas.

Esta es la primera ocasión que de forma individual expone en un hotel. Un espacio con «sus pros y sus contras», dice. Por un lado está un marco amplio, con enormes ventanales al puerto, que hace del sitio un lugar especial desde el que se pueden contemplar veleros navegar; por otra parte, «la enorme luminosidad» también provoca algún reflejo indeseado en las obras. Sin embargo, hay otro factor a tener en cuenta, el de mostrar el arte en un espacio diferente por el que cada día pasa mucha gente.

Una puerta abierta a un público distinto, un formato «algo diferente y muy poco habitual para mí», resume Pons, quien recuerda una máxima que ha mantenido durante su carrera: «Yo no trabajo para vender, sino que vendo lo que trabajo», resume. Y más allá del negocio, está el contacto con el público por puro placer de comunicarse, de enseñar.

«La diversidad que atesora esta muestra sirve para explicar en una visita el mundo del grabado». Lo dice alguien que ha sido profesor y a quien muchos llaman maestro. «Toda mi vida he trabajado enseñando formas y técnicas de expresión visual», relata Pons, que hace gala de haber incentivado a sus alumnos a desarrollar el espíritu crítico y a investigar. Algo que él continúa haciendo:«Cada día sigues aprendiendo cosas», concluye.

La exposición se podrá contemplar hasta el 15 de octubre.