Goyo Jiménez en el escenario, su parte preferida de una profesión con muchas vertientes.

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Goyo Jiménez (Melilla, 1970) ha estado antes en el Principal de Maó, aunque no recuerda con qué espectáculo. «Me pones en un brete», reconoce, pero avisa de que para disfrutar de «Aiguantulivinamérica III» no es necesario haber visto las entregas anteriores. La cita, mañana en el teatro mahonés a las 19 horas.

¿Se cierra el espectáculo con la trilogía o le queda pólvora para una cuarta entrega?

—Material hay, porque tenía tanta responsabilidad cuando hice la primera que cuando fui a por la segunda estuve mucho tiempo. Tengo doscientas y pico páginas, lo cual en stand-up es una barbaridad. Lo que no sé es si tendré la energía y la oportunidad de hacerla. Ahora estoy en otros menesteres, pero no te digo yo que no. No hay tres sin cuatro, ¿no? Y si no, me invento yo la frase.

¿Cómo surgió la idea de escarbar en la sociedad americana para rascar algo de humor?

—Pues porque soy una persona con muy pocos amigos y veía mucha tele. Me volví un seriéfilo y luego un cinéfilo, vamos, un enfermo, y me di cuenta de que las series y las películas son las mismas aquí, en Perú, en México y Venezuela, y entonces tienes el mismo background para hablar con la gente. Porque todos hemos visto a la misma chica bajando una escalera y diciendo «¿Eres tú, Bobby? No es momento para bromas». Lo más divertido de este asunto es que nos une, que te puedes ir a Nueva Zelanda y allí han visto las mismas películas que aquí. Si hubiera nacido en tiempo de los romanos, hablaría del César. Los estadounidenses nos han colonizado culturalmente y al final las bromas son las mismas en todas partes.

Un humor muy universal….

—Sí, un humor global. Una globalización con un matiz estadounidense. Al final tú la comida china la conoces por las películas, porque ves como toman pollo kung pao y dices ‘yo quiero hacer eso también’. O la pizza italiana, que es popular por los estadounidenses… Y no te cuento la hamburguesa, que es un filete de Hamburgo pero la conocemos por Estados Unidos. Al final pasa con todo, escuchamos su música, llevamos su ropa…

Al hilo del título, puestos a querer vivir en América, ¿en qué estado le gustaría?

—En un estado de felicidad. Preferiría vivir en California, donde The Beach Boys cantaban eso de «I wish they all could be California girls». Las playas de ese estado ya las hemos visto todos en «Los vigilantes de la playa» y están llenas de gente atractivísima, allí no hay personas con problemas de sobrepeso ni nada…

¿Qué le hace reír y llorar de la sociedad americana?

—Me hace reír toda esta broma, el hecho de que ellos se crean su propia épica. Que se hagan unas historias estupendas en las que son los triunfadores, superdivertidos, que ganan siempre, y siempre con la justicia por delante. Que se lo crean me parece increíble como español, que somos todo lo contrario, siempre nos ponemos en duda a nosotros mismos. Eso es lo que más gracia me hace, y lo que más triste me pone, pues todo lo contrario, que luego vas y es una sociedad tan crispada como la que más. Incluso creo que la mayor parte de la crispación que tenemos está viniendo de allí. Igual que vinieron los Krispis de Kellogg’s, ahora vienen ‘los que los crispan’.

Está hecho todo un experto en asuntos americanos. ¿Qué tal con la diplomacia, cabe en el humor?

—Ahora mismo cuesta encajar mucho cualquier cosa con el humor. Hay una expresión que surge precisamente de Estados Unidos de una actuación que se hizo después de las Torres Gemelas, que habla de cuándo es demasiado pronto para hacer un chiste. Ese es el problema, que como salimos a kilo, cuarto y mitad de desgracia diaria, pues es muy complicado en una sociedad con tantas malas noticias y con tanto clickbait. Y con eso también tiene que ver mucho la prensa.

¿Y eso?

—Pues porque vende más eso de «un asteroide pasará muy cerca de la tierra», y luego miras y pasa a millones de kilómetros, pero el tema es que nos asustemos todos y entremos en la noticia. Y ese es el problema, que ese estado de estimulación pues resulta muy complicado para nosotros los humoristas, que vivimos de relajar el ambiente.

¿Lo consiguen?

—Si te fijas, en las películas estadounidenses siempre hay alguien que hace bromas en las situaciones de terror por eso de rebajar la tensión, ese es nuestro objetivo, salvar a la humanidad rebajándola, pero no nos dejan, y encima tenemos competencia desleal porque escuchas hablar a los políticos y les dices, ‘oiga, los chistes los hacía yo’. ¿Acaso me meto yo a hacer política? Pues no se metan en mi trabajo. Eso es apropiación de identidad cultural.

Mal panorama, entonces. ¿Con humor todo entra mejor?

—No me quiero poner profundo, pero la vida no tiene sentido, que se sepa nadie se lo ha encontrado. Sin las pastillitas de humor es difícil sobrellevar la vida, y además cada vez vivimos más, y qué vamos a hacer con tanta calidad de vida. Cada vez tienes más tiempo para aburrirte, para pensar y volverte existencialista. El humor es la salida de emergencia en el avión de la angustia. Hala, qué bien me ha quedado.

¿El miedo a no hacer reír se supera alguna vez?

—Nunca se va. En el momento que enlazas dos chistes que no te entran, aunque a mí no me ha pasado    nunca, porque soy muy bueno, pero los compañeros me lo cuentan (risas). Bromas aparte, siempre tienes el miedo de que no funcione o que se malinterprete, porque en estos tiempos ya no solo no es una cuestión de que no se rían, el problema es que se enfaden. Pero esa es la gracia del oficio, sino sería muy sencillo que nos pagaran por pasarlo bien sin riesgos. Nos pasa a todos, fíjate en los futbolistas la que tienen montada, con lo cómodos que vivían dándole patadas a un balón y ahora tienen que significarse y decir cosas en favor del feminismo.

Teatro, cine, televisión, radio… Es un todoterreno, pero ¿dónde se encuentra más cómodo?

—También se puede ver como que soy un pringado que tiene que hacer muchos trabajos. Pero esto es como lo de a quién quieres más, a papá o a mamá. Evidentemente a mamá, entonces me quedo con el teatro que es donde más partido me saco. El teatro es la madre de todas las otras disciplinas. Donde uno es feliz es haciendo las cosas en vivo, mirando a los ojos a la gente y haciendo el humor. En la vida se puede disfrutar haciendo el amor y haciendo el humor.

¿También ha caído en el territorio podcast?

—También, también. Hay que crear un podcast que se pregunte si eran necesarios tantos podcasts.