Lita Cabellut, delante de una de sus obras | Virginia Villalobos

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Pese a estar considerada por los expertos como la artista nacional mejor valorada en todo el mundo actualmente, Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961) rechaza esta idea. «Esto ni perfila ni acentúa la persona, la artista y la mujer que soy», dice.

Con una dura infancia en las calles de Barcelona, llegando a pasar por un orfanato, a los 13 años fue adoptada por una familia acomodada del Masnou.

Un descubrimiento

Una visita al Museo del Prado le abrió un nuevo paradigma vital y artístico que la llevó a los 19 años hasta la academia de Gerrit Rietveld en Países Bajos. Desde entonces, ha estado expandiendo su arte por el mundo desde el país neerlandés.   

Con una exposición en marcha en la Opera Gallery de Dubai y habiendo recibido el premio de Cultura de Vanguardia en manos de la reina Letizia, ahora llega a Menorca y al Llatzeret con Quarantine, el gran laboratorio de arte.

¿Es la primera vez que visita la Isla? ¿Qué le está pareciendo hasta el momento?

—Sí. Menorca es maravillosa. Lo único que temo es que sea invadida, porque desgraciadamente en las Balears no hay manera de mantener una joya así. Es tan bonita y tan silenciosa como es…

Me entra el vértigo de pensar «ya se la van a cargar». Ojalá la población y las instituciones tengan la suficiente fuerza para mantener esta joya.

¿Qué le llamó la atención de la propuesta de Quarantine en el Llatzeret?

—La valentía y la urgencia con la que proponen hacer algo para los artistas. Es algo nuevo y muy íntimo. Ahora estoy haciendo mentorías para la gente joven, que necesitan ese aliento y esa fuerza para decir ‘vale la pena seguir’.

Normalmente no doy mentorías ni me desplazo en grupos, pero como dijo un amigo mío: ‘Ocúpate de que tus hijos sean los mejores ejemplares de tú misma’. Lo que quiero iniciar aquí es una inspiración para que se conviertan en mejores ejemplares que yo.

Una jamás se puede olvidar de estos proyectos que son vitales para el mismo artista. Porque escuchando los sueños, las incertidumbres y anhelos de la gente joven, te recuerda algo que, quizás, estaba ya demasiado escondido en el fondo de la memoria. Y esto es algo que me llevo también como regalo.

Entonces, ya habrá podido conocer a algún artista local.

—He estado con Tòfol Pons y me he quedado muy impresionada con él. Su trabajo me parecía muy bueno, muy radical en lo que quiere decir, muy concentrado en el mensaje que quiere dar y con una ejecución excelente.

Lo único que le he podido decir es ‘continúa y no bajes la guardia’, porque el mundo del arte es muy difícil y tiene muy pocos reconocimientos. Tienes que dar la gran parte de tu vida al arte y, quizás, con suerte te reconocen.

¿Disponen ahora los artistas de herramientas para desarrollar su creatividad?

—Justamente Quarantine lo que está proponiendo es perspectiva, introducción, arropamiento, solidaridad… tanto entre ellos como con los tutores. Creo que es un momento en el que pueden respirar un poco. Deben entender que el dominio del material lo necesitas en cualquier oficio para poder desarrollar bien lo que estás haciendo, pero ser artista es tener una actitud vital.

El Llatzeret es un espacio cargado de esa energía para seguir soñando, de la esperanza de sobrevivir, de futuro, de metas...

¿En qué manera ha influido Países Bajos tanto en su obra como en su vida?

—Cuando sales de tu casa, te haces ciudadano del mundo. Vivo en Países Bajos, pero realmente un artista siempre se lleva consigo su mundo, que es el estudio. Donde está mi estudio, está mi país y donde está mi estudio, está mi casa.

Países Bajos me ha influido mucho por su diversidad y me he empachado con su tradición pictórica: de Rembrandt, de Vermeer… Pero también me he empachado de esa sociedad donde la gente convive con diferentes nacionalidades. Y esto es muy ejemplar y muy bello.

¿Cree que podría haber tenido la misma o mejor carrera en España?

—Nunca lo sabremos. España es un país donde el arte tiene poco espacio. Los artistas tienen que luchar muchísimo para hacerse un hueco. En Países Bajos, el arte forma parte de una sociedad acostumbrada a vivir con ella. La gente más simple tiene un póster de Van Gogh colgado en sus casas.

Creo que en España hubiera sido más difícil desarrollarme como artista. En mis tiempos, podías acceder a los estudios de forma gratuita en Países Bajos. Esto me ha permitido poder dedicarme de lleno a mi carrera. En España era totalmente impensable. Pero solo puedo estar segura de lo que he vivido. Las hipótesis siempre me parecen muy arriesgadas.