Alaior. El séquito real recorrió las calles de la población despertando la emoción y las ilusiones de los más pequeños antes de afrontar una noche mágica de duro trabajo

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El nerviosismo de los más pequeños crecía a medida que se acercaba el momento de ver de cerca la cabalgata de Sus Majestades los Reyes Magos llegados del lejano Oriente, pero la espera de familias enteras mereció la pena. El séquito real fue un año más fiel a los deseos de las gentes de Alaior y cargado de regalos y caramelos se dejó ver por las calles de la localidad antes de afrontar una larga noche de duro trabajo.

La emoción se desbordó con el sonido de las trompetas que anunciaban la llegada de sus Majestades. El cartero real que durante los últimos días recogió las cartas de los más pequeños daba fe con su presencia de que las misivas habían llegado a sus destinatarios. Y detrás de él muchos pudieron ver admirados una carroza cargada con los regalos. Todo estaba listo. Nada podía fallar. Los pajes reales con el oro, el incienso y la mirra en sus manos precedieron a sus Majestades.

El primero en dejarse ver entre una nube de caramelos y confeti fue el Rey Melchor con su llamativa barba blanca. Su nombre resonaba en la noche con la misma insistencia con la que los niños reclamaban más caramelos. Baltasar con su exótico atuendo también era fácilmente identificado por los más pequeños quienes uno a uno recogían del suelo los dulces que lanzaba el Rey Mago. La carroza roja del Rey Gaspar cerró el séquito real que en su recorrido no olvidó hacer una visita a la Iglesia de Santa Eulàlia y al Ayuntamiento. La tarde de sueños y deseos dejó paso a la noche más mágica.