Equipo. Paloma Méndez y Sebastià Huguet, en un momento de la entrevista en la que opinan sobre la situación económica actual

TW
0

F. Saborit Maó
Una jubilación parcial, la de Sebastià Huguet, ha dado paso al relevo generacional al frente de la Caixa en Menorca. Después de más de 30 años en la entidad, Huguet pasa el testigo a Paloma Méndez Sastre, natural de Valladolid, aunque de origen mallorquín, y hasta ahora directora de área de la Caixa en Palma. Huguet y su sucesora forman estos días un tándem que se reúne con agentes sociales, representantes de las instituciones y, sobre todo, con los directores de las 25 oficinas existentes en la Isla, a los que han transmitido un mensaje de tranquilidad: pese a la crisis y a la reducción de sucursales que ha planificado la entidad en otras zonas, la red menorquina se mantendrá en su totalidad.

¿Es un momento complicado para el cambio de dirección?
Paloma Méndez. En la situación actual hacerse cargo del área de Menorca es un reto añadido, las perspectivas no son halagüeñas, hay que tener respeto pero no miedo, porque el miedo paraliza. Es el momento para estrechar lazos con el cliente, dar confianza, hablar más y buscar soluciones.
Sebastià Huguet. Son años en los que conviene reducir al máximo los gastos de explotación para superar la situación económica, porque incrementar el volumen de negocio es prácticamente imposible.

Algunos clientes buscan soluciones en la moratoria hipotecaria, ¿llegará a ser una realidad?
P.M. El convenio con el Instituto de Crédito Oficial está próximo a su aplicación, aunque beneficiará a pocas personas, porque desgraciadamente las hipotecas son más elevadas que los 170.000 euros fijados como cuantía máxima.
S.H. Aún no se ha determinado una fecha pero es seguro que la Caixa se acogerá a esta medida del Gobierno.

¿Cuál sería su análisis de la actual crisis económica?
P.M. Es una crisis global, en el área de Mallorca que dirigía las expectativas tampoco son buenas. Hay una fuerte dependencia de la construcción y el turismo y son los sectores que más nos preocupan. De algún modo la crisis nos debe servir para aprender a diversificar y hacer un esfuerzo de innovación.
S.H. En Balears el mayor peso del turismo está claramente demostrado, el problema es que en Menorca, a diferencia de Mallorca, un 70 por ciento procede del Reino Unido, y este año la zona libra entrará en una recesión incluso peor que la de la zona euro, por lo que se verá muy afectado el gasto turístico.

¿Cómo está respondiendo el empresariado menorquín ante las dificultades?
S.H. Creo que está realizando grandes esfuerzos para mantener los puestos de trabajo, reduciendo de manera drástica los gastos de explotación. Las empresas intentan mantener la producción y el personal, sin subir salarios o cambiando el tipo de contrato. Aún así, en la construcción ha habido una fuerte reducción del número de empleados.
P.M. Nuestra entidad sigue ayudando a la financiación de las empresas, pero sobre todo pedimos a nuestros clientes que se anticipen, que acudan a nosotros cuando la situación empieza a deteriorarse, y no cuando ya hay impagos, porque entonces las cosas se complican. Siempre hay posibilidades de refinanciación, carencias o novaciones, tanto para empresas como para particulares.
S.H. Es cierto, para nosotros que los clientes se anticipen ya constituye una garantía. En la Caixa no hemos restringido el crédito, pero sí tiene que ser más estricto, para cumplir los requisitos del Banco de España.

¿Ha aumentado la morosidad?
S.H. La Caixa tiene una ratio de morosidad de las más bajas del sector. En Menorca durante 2008 fue del 1,60 por ciento.
P.M. En Balears la media se situó en 2,34 por ciento.

¿Se vislumbra la luz al final del túnel de la recesión?
P.M. Muchos veteranos nos decían a los más jóvenes "vosotros no habéis vivido una crisis" y es cierto que todas son diferentes, como lo es su desarrollo y su solución. En la última crisis, la del 92, la economía no estaba tan intercomunicada. Son los efectos positivos y también negativos de la globalización. Es difícil hacer una previsión.
S.H. Existe una estadística sobre lo que se tarda en salir de una crisis después de un periodo de bonanza, y este tiempo sería un tercio de los años que ha durado el crecimiento económico. En este caso, tras la crisis del 92, el ciclo positivo comenzó en 1995 y ha durado 12 años, coincidiendo con el cambio de milenio y la entrada en el euro, así que estaríamos hablando de tres o cuatro años para la recuperación. Pero la interconexión de los agentes y la comunicación actual hacen pensar que ese plazo se pueda rebajar. Además, ya llevamos año y medio en recesión, el crecimiento se estancó en el segundo semestre de 2007.

Pero hasta 2008 no se hablaba de crisis, sino de desaceleración, ¿no era ese el mensaje político?
P.M. En agosto de 2007, después de las primeras 'subprime' en Estados Unidos, a la vuelta de las vacaciones ya nos encontramos con un cambio de situación. La realidad de los números, la de los indicadores, era de recesión, pero se arrastraba la inercia de los años anteriores.

S.H. Entendemos que el mensaje de los políticos sea el de intentar animar, porque eso influye mucho en la economía. Ellos deben dinamizar y crear expectativas de trabajo, pero desde nuestra profesión vemos la disparidad que a veces existe entre los números y ese mensaje.

No se le puede hablar a un parado de crisis psicológica pero, en cierto modo, ¿está la economía presa de un ataque de miedo colectivo, incluso en riesgo de deflación?
P.M. Sí, existe ese miedo que hace que no circule el dinero, hay gente que lo tiene pero espera a que los precios bajen más, se paraliza la demanda. Las expectativas negativas aumentan esa desaceleración, no se consume, hay incertidumbre y miedo a no poder mantener el nivel de vida. Yo creo que en 2009 deberíamos de subir un escalón, y pasar del pesimismo a ser realistas, para no caer en esa parálisis.