negocio. Comenzó hace 50 años en la Plaça des Pins, y ahora continúa en la calle 9 de Juliol

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Rubén P. Atienza Ciutadella
Este año se cumple el 50 aniversario de la peluquería fundada por Sebastià Benejam Lluch (Ciutadella, 1940), un profesional "nacido en una familia humilde y trabajadora", tal y como reconoce, que decidió jubilarse y "colgar" las tijeras hace tres años. Ahora, el negocio situado en la calle 9 de Juliol lo lleva su hijo Juan Antonio, a quien en los tiempos que corren le da un sabio consejo: "que no afloje, que esté 'al loro', porque si no le van a barrer. La gente está empujando fuerte y hay mucha competencia. Hay que reciclarse y aprender".

Confiesa Benejam que lo suyo y la peluquería es "puramente vocacional" y no sólo cuestión de "mirar lo que se gana". En su juventud, trabajó en un taller de zapatos y echando una mano en Can Carrió, un bar en la playa de Santandria regentado por su padre, Juan Benejam. Pero su vocación le llevó a hacer horas extra los fines de semana en una barbería. Ése fue el comienzo de su carrera, que dio un giro el día que leyó en un periódico la noticia de una persona que había ganado el Campeonato de España de Peluquería. El aprendiz de barbero vio ahí el futuro y tras consultarlo con su maestro se plantó a los 18 años en Barcelona para formarse en la academia Henry, donde el destino quiso que conociera a su futura esposa, María Rosa Romeu Castellà, con quien comparte todo el crédito de los esfuerzos realizados durante el último medio siglo en el negocio familiar.

La boda se celebró el 7 de junio de 1949, y recuerda Benejam que sólo pudieron disfrutar de un viaje de novios de una semana, ya que dada la proximidad de las fiestas de Sant Joan, había bastante trabajo en la peluquería que desde hacía un tiempo había abierto en la Plaça des Pins. Sin embargo los comienzos, como siempre suele suceder, no fueron fáciles. Benejam era por entonces el único peluquero de mujeres de la Isla, y en aquellos tiempos se vio "obligado a luchar contra la mentalidad de la gente", explica. "Había señores que no querían que a su mujer la peinara un hombre", recuerda el peluquero, quien confiesa que dadas las circunstancias "mi madre tuvo que ayudarme como carabina, lavando cabezas y haciéndome compañía".

Nuevos tiempos
Con el paso de los años el negocio se fue consolidando. Rememora Sebastià que cuando comenzó a trabajar, un corte de pelo costaba 6 pesetas y actualmente se cobra en torno a los 11 euros. Comenta también que cada vez "la gente es más cuidadosa con el pelo", pero que "todo depende del bolsillo". La mujer sigue dejando más dinero al negocio, "continúa siendo más coqueta", pero los hombres de hoy día "también se arreglan mucho". Eso sí, en épocas de crisis económica "todos recortan gastos en su aspecto personal".

Lo que sí ha cambiado, y mucho, durante los últimos 50 años, han sido los medios técnicos. Lejos queda ya la época en la que había que calentar el agua para lavar las cabezas en un fogón, aunque como reconoce Sebastià, quien siempre ha preferido cortar el pelo a navaja en vez de con tijeras, "el avance más grande fue cuando nos llegó el secador de mano".