Innovadora. Natural de Sant Lluís, ha combinado sus conocimientos musicales con la psicología y la pedagogía

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Perfil
Natural de Sant Lluís, Melissa Mercadal Coll (46) es licenciada en Psicología, máster en Musicoterapia, doctora en Pedagogía Musical y acredita Estudios Superiores de Música que completó en el Conservatorio de Barcelona. Es también directora de un máster de Musicoterapia que ofrecen conjuntamente las universidades Ramon Llull y Pompeu Fabra y, más allá de la teoría, aplica sesiones de musicoterapeuta en tres centros (Alais I, Alais II y Centre Cívic) de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer del Baix Llobregat (Barcelona). Es también reciente coautora de la obra "Manual de musicoterapia en geriatría y demencias", que publicó la editorial Monsa en primavera de 2008, y que espera poder presentar en Menorca.

Isabel Rodríguez Anglada Maó

Emilia Isabel frente a la pila bautismal tiene en su madrina a la artífice y recompositora del apelativo, muy melodioso -no podía ser de otra manera- por el que hoy es conocida. En cualesquiera que sean las partes del árbol genealógico que se sondeen, de las raíces a los nuevos brotes, fluye, como savia propia y vital, música y más música.
Su madre, Marlén Coll, es pianista desde los 15 años, ha sido impulsora, profesora y directora del Conservatorio de Música de Menorca. Su abuelo paterno, Bartolomé, carpintero de oficio, llevaba una orquestina de baile y había sido director del coro del "Deixem lo dol", tocaba violín en la Orquesta Filarmónica de Maó, la batería en la banda. La abuela también tocaba el piano.
Su marido, Salvador Brotons, es director de orquesta, - acaba de recuperar la batuta de la Sinfónica de Baleares- y compositor. Uno de sus hermanos, Juan José es clarinete solista en el Liceo. El otro, Tolo, es profesor del Conservatorio de Música de Menorca, director de la Escuela de Música de Es Cas-
tell y lleva la joven banda de Maó, además de trabajar como afinador de pianos. También la hija de Melissa, Clara, se está formando en los estudios de violín.

¿Hay razones para tanto entusiasmo músico-familiar? ¿Era cosa del ambiente?
Bueno, también un hermano del abuelo, Paco, tenía en la música su segunda profesión. Antes, la gente participaba mucho de las actividades del pueblo y la música era una de las posibilidades que se abrían. Yo no sé quienes serían sus maestros, pero... hay que reconocer el mérito en aquella generación que, acabada su jornada de trabajo, se entregaban con entusiasmo a la música.

Con una familia tan entonada, ¡cómo deben ser sus navidades!
Siempre hacemos un concierto familiar. Hace poco celebramos las bodas de plata y éramos quince tocando.

¿Espontáneo?
Psí, de hecho en todas las celebraciones. Es que no recuerdo nada en mi vida sin música. De pequeña, con cinco años, tuve hepatitis y mi madre me enseñó a tocar la guitarra durante los meses que estuve en cama.

Su primer instrumento.
Sí, después vino el piano y después la flauta travesera, que ha sido mi especialidad.

Su padre...
Era carpintero.

¡Se debía volver loco en medio de tan armonioso guirigay!
Bueno, también su padre había dirigido coros y él acompañaba a la guitarra. Su gran aportación fue proveer los medios para que pudiéramos estudiar. Cuando empecé con la flauta, con 8 años, en Menorca sólo había un maestro jubilado, así que nos llevaban a Barcelona.

El esfuerzo describe el interés
Mucho esfuerzo, en todos los sentidos.

No es tan fácil vivir de la música. Y tanto empeño ¿es que vislumbraban una salida profesional?
Es cierto que no es fácil y menos en Menorca. Yo creo que en más de una ocasión los hermanos consideramos dejarlo, aunque nuestra madre nos animó a seguir. Y poco a poco se abren caminos. Tuvimos desde la oportunidad de tocar en Maó a poder participar en la primera Joven Orquesta de España...

¿Pioneros?
Fue la primera. Era el año 1979 y yo tenía 16 ó 17 años.

¿Por concurso?
Por méritos. Seleccionaron a gente de toda España.

¿Una buena experiencia?
Impresionante. Desde pequeños éramos un poco como "bichos raros". Ahora es más normal que los niños estudien música, pero entonces no era frecuente. Salías del colegio y en lugar de jugar íbamos a casa a estudiar el instrumento; éramos los únicos que, con 12 y 13 años, hacíamos conciertos que organizaba mi madre en la sala de JJMM de Maó. También mi madre montó una pequeña orquesta para que pudiéramos tener ambiente musical y claro, salir y plantarse en una orquesta con 70 ó 80 jóvenes de toda España, tocar en unos sitios increíbles, incluso como solista, hacer grabaciones en RNE, fue todo un disfrute que no esperábamos. Lo que siempre tuve claro es que quería pasar por la Universidad. Así que, al año siguiente, cuando me trasladé a Barcelona empecé a vivir dos mundos separados. Por la mañana iba a la Facultad de Psicología y por la tarde al Conservatorio para acabar los estudios superiores.

No lo apostó todo a una carta
La música era importante. No quería dejarla, pero tampoco quise más adelante ejercer exclusivamente como psicóloga. Y cuando encontré lo que encontré sobre la musicoterapia pensé "¡Ya está!"

¿Era difícil compaginarlo todo?
No me quedaba tiempo para perder, desde luego. Siempre he sido muy organizada.

¿Tirando de la disciplina?
¡Cómo, si no! Y en los últimos años, cuando acabé los estudios superiores de música, daba clases.

Su providencial hallazgo, la musicoterapia, ¿cuándo y cómo dio con ese descubrimiento?
No fue hasta 4º curso de carrera. Hice una propuesta de intervención con niños afectados de retraso mental y en la biblioteca de la Facultad encontré el primer libro que se había publicado sobre musicoterapia.

¿Antiguo?
Del 68, la traducción en español. Su autor, un americano, fue de los primeros en establecer las bases de la musicoterapia.

¿Algo así como "¡Eureka!"?
Como hecho a mi medida. Entonces, yo ya estaba casada, a mi marido le llegó la oportunidad de disfrutar una beca Fulbright y nos fuimos a EEUU. Yo fui a parar a una de las universidades donde se da el más completo programa de musicoterapia del país.

Su vida es como una sinfonía del azar...
A mi marido lo conocí en Menorca, en 1979. Algunos alumnos de la academia de música que íbamos algo adelantados nos dejaban tocar en la orquesta de la ópera, cuyo grueso de componentes estaba formado por de músicos del Liceo. Él vino, ofreció un concierto con mi madre y nos conocimos... Al cabo de tres años nos casamos y fue luego cuando surgió lo de la beca.

¿Complicado?
Además de los conocimientos, has de demostrar solvencia económica, dominio del idioma... Tuvimos suerte porque un profesor americano asistió en Barcelona a un ensayo de banda en el que se estaba interpretando una pieza de Salvador y a toda costa quiso conocerle y persuadirle de que fuéramos a Florida.

¿Tocata y fuga de talentos?
Las circunstancias. Nos fuimos en 1985. Aquel país es fantástico. Te adaptas con facilidad, la gente es muy amable, integra rápido y si tienes ganas de trabajar... Nos pasamos dos años del apartamento a la Universidad. Las bibliotecas estaban abiertas hasta la una de la mañana y en los fines de semana.

Una estancia aprovechada
Muy intensa. A mí me permitió hacer el Master en Musicoterapia. Me convalidaron bastantes asignaturas pero tuve que hacer el ingreso, seis meses en un hospital psiquiátrico, 40 horas a la semana, con 200 pacientes. Hice mi tesis en psiquiatría forense...

¿No era como para volverse loca?
No. Estuve en varias unidades, pero donde más en la de psiquiatría forense, donde estaban ingresadas personas con graves cargos criminales, aunque con enfermedad mental. Unidades de alta contención.

¿Es en sitios como ése donde se puede aplicar el dicho "la música amansa a las fieras"?
La música era una válvula de escape impresionante, pero en general para todos. Había gente muy psicótica y eso ayudaba a activarlos y a sacarlos un poco de su estado...

¿Un evasión?
Me asignaron un caso de un hombre, de origen hispánico, que llevaba 33 años ingresado y muchos sin hablar. Era una persona muy deteriorada, pero pude conseguir que hablara.

¿El hospital aplicaba sistemáticamente la musicoterapia?
Cuando llegué ya llevaba 10 años aplicándolo. Éramos 12 musicoterapeutas, tres en prácticas.

¿Otras terapias en competencia?
La ocupacional, la fisioterapia, la hortoterapia, arterapia, el cuidado de animales...

¿Combinadas?
No. En general se trataba de trazar un plan de actividad para los internos.

Refiriéndonos a aquella época, ¿cómo sería la comparación de niveles entre EEUU y España en el desarrollo y aplicación de la musicoterapia?
El primer curso de formación en musicoterapia en España se dio en el año 1985 en el País Vasco, aunque también se habían dado cursos de sensibilización . Yo misma fui a uno de ellos con la doctora Poch.

¿La doctora Poch fue la introductora de la musicoterapia en España?
La pionera. Es pedagoga y tiene también conocimientos musicales. En los años 60 se fue a EEUU a aprender. Ella fue también la que en 1993 dirigió el primer curso en la Universidad de Barcelona.

Acabó su experiencia en EE UU...
Me duró dos años, ya que además de las prácticas también estuve dando clases para obtener el Máster en 1987. Entretanto mi marido se doctoró y decidimos seguir en el país. Me salió trabajo en Portland (Oregón), en varios hospitales. Y al año siguiente compatibilizaba además la parte clínica con el trabajo en la Universidad de Shetland, como docente supervisora de prácticas clínicas. En 1990 empecé el doctorado en Pedagogía Musical, en la Universidad de Oregón, a tres horas de Portland, donde pude también hacer investigación. Hasta que volvimos en 1998.

¿Con la música a otra parte?
Estábamos muy bien allí, pero ya había nacido nuestra hija y nos planteamos qué tipo de educación queríamos para ella. Además a mi marido le salió la oportunidad de coger orquestas profesionales... Era un buen momento.

¿Encontraron acomodo?
El mismo día en que cerrábamos nuestra casa de Portland, el fax, que fue lo último que empaqueté, me remitió un ofrecimiento de la Caixa para participar en un proyecto piloto sobre musicoterapia y demencias.

Prestigio transoceánico ¡Todo cuadra en su partitura vital!
Este proyecto me abrió muchas puertas. Más adelante presentamos el proyecto a la Universitat Ramon Llull para organizar un máster. Y aquí estamos.

¿Qué hace ahora?
Dirijo el máster interuniversitario, entre la Universidad Pompeu Fabra y la Ramon Llull, y también trabajo en tres centros de la Asociación de Enfermos d'Alzheimer, haciendo musicoterapia, que me encanta.

¿Qué se puede esperar de la música, actuando como terapia?
Depende de lo que uno se fije como objetivo terapéutico. Y hay que ser realista, un síndrome de Downn, por ejemplo, no lo cura como tampoco lo sanará la medicina. Se trata de que la persona, dentro de su discapacidad o condición, funcione al máximo nivel. Se intenta, por ejemplo, ver cómo puedes ejercitar la memoria a través de la música en personas que la tienen afectada. Todo ello potenciando las habilidades sociales: cómo conseguir que se relacionen de manera adecuada, que esperen a su turno para hablar, es decir, habilidades funcionales que la persona adquiere o recupera. O en pacientes que han sufrido un accidente cardiovascular o un traumatismo craneal y han perdido el habla, a través de determinados ejercicios musicales tratamos de que se formen nuevas conexiones en el cerebro...
De hecho, la música viene siendo recurso pedagógico en las escuelas y antes, una vía de transmisión de leyendas, por ejemplo, a través de canciones populares...
Justo. Pues es el mismo principio. Y es muy eficaz para la mejora de aspectos motrices en personas afectadas de Parkinson, pacientes de cáncer, que ven muy afectada su expresividad y sus sentimientos. Interviene, por tanto, también en el aspecto anímico, que es básico. La musicoterapia aborda esos aspectos de funcionamiento, tanto en lo físico, como en lo cognitivo, en lo emocional o lo social. Personas con parálisis...

¿Funciona?
La gente se motiva con mucha facilidad. Que haya o no haya música en ejercicios físicos que deben seguir personas con algún miembro paralizado cambia mucho, porque el ritmo ayuda muchísimo a estructurar el movimiento y a activar a la persona. ¿Por qué no entablar una colaboración entre fisioterapia y musicoterapia si eso redunda en un beneficio del paciente?

En el caso de demencias seniles, ¿se ha llevado alguna sorpresa?
En demencias moderadas se dan mejoras importantes de aspectos cognitivos: la memoria, el lenguaje y la atención. En demencias más severas, no se producen esos avances, pero la música aporta también calidad de vida.

¿Cómo ha progresado en España la aplicación de la musicoterapia?
Diría que en estos momentos hay mucha actividad musicoterapéutica. Tras los primeros cinco años de cursos, hicimos un estudio de los ex alumnos y pudimos comprobar que un 61 por ciento trabajaba en musicoterapia.

¿Cuántas promociones lleva como directora del Máster?
Ahora siete y dura dos años. En los diferentes centros que hay en España, se han formado unas 1.400 personas. Hay mucha actividad clínica como en formación. El problema es que estamos muy dispersos, poco unidos. No hay censos ni registros. Por delante queda hacer la descripción del perfil profesional, porque el musicoterapeuta no es profesor de música ni psicólogo. Trabajamos también en el reconocimiento de esta profesión por el Ministerio de Trabajo, en fin, hacia la consolidación de esta especialidad.

¿El objetivo sería que en cada hospital haya musicoterapeutas?
Claro, que fuera una figura más en el ámbito sanitario y en el educativo, donde hay mucho trabajo por hacer.

Por ejemplo, ¿en alumnos con síndrome de déficit de atención?
¡Por qué no! ¡Si es está aplicando en otros países! En EEUU funcionan psicoterapeutas itinerantes, que visitan diferentes escuelas de un mismo distrito y que ayudan a los niños que necesitan un trabajo específico. El musicoterapeuta coexiste con el profesor de música. Tiene otra función.

En sesiones de músicoterapia, ¿hay estilos musicales más eficientes que otros?
Serán más efectivas cuanto más signifiquen para el enfermo. En estos momentos, en los grupos que llevo, las canciones que me funcionan son boleros, rumbas, pasodobles, zarzuelas... Son pacientes que emigraron del sur de España en los años sesenta.

¿Es como tocarles la fibra?
Eso es, encontrar la música con la que han crecido, la que tienen integrada. Pero esto irá cambiando con las diferentes generaciones y será también cada vez más diversa por el efecto de la globalización.

Entonces debe ir en búsqueda de ese material...
Claro, tienes que buscar repertorio. Ahora me conozco superbién a Manolo Escobar y a Machín.

¿Los instrumentos acompañan sus sesiones?
Me gusta la música en vivo y procuro no poner discos. Y para los pacientes tenemos una gran variedad de instrumentos de percusión, que les ayuda mucho a seguir el ritmo. No me importa si desafinan. El producto musical es secundario.

¿Cuál habrá sido la experiencia más gratificante, el caso más emotivo...?
¡Hay tantas! Mis pacientes no se acuerdan de mi nombre, pero saben que vienen a pasar un buen rato. A mí esto me alimenta, es gratificante. Sí recuerdo el caso de una señora americana que estaba muy confundida y que gracias a una canción recuperó una lucidez espectacular durante un tiempo.

¿Y con niños?
He trabajado menos, pero también tuve un caso de una niña con síndrome de Scheck, a la que enseñamos a comer por sí misma. Fue muy bonito. Cada colectivo tiene lo suyo, aunque a mí, particularmente, me gustan casos de salud mental y gente anciana. Pero incluso he trabajado en casos de trastornos alimentarios, como la anorexia y la bulimia.

Los beneficios, en estas patologías eran... ¿relajación...?
...expresión de sentimientos, asertividad, habilidades sociales y entender a los afectados.

¿Hay alguna línea que no haya experimentado y le gustaría probar?
Quizá me gustaría trabajar con personas en fase terminal.

¡Fortaleza!
Sería como acompañar a la persona durante todo un proceso. Es bonito.