Maó. La pareja reflexionó sobre las claves del matrimonio y la aportación del colectivo al que pertenecen - Gemma

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Tiene su importancia aunque parezca una obviedad que Maruja González diga que ella y Paco Nemesio, su marido, son "de la misma pasta" que el común de los mortales. Tras casi 31 años y siendo padres de tres hijos, hay algo especial en este matrimonio torrentino, una proximidad endulzada de respeto y ternura, que, de habérselo preguntado, Maruja y Paco hubiesen atribuido a su vinculación con los Equipos de Nuestra Señora. Lo que en Menorca se conoce como Equips de la Mare de Déu (EMD) les ha ayudado a aprender a convivir, a amar y a perdonarse, tres cosas sin las que una pareja no sobrevive en el tiempo.

Como miembros del grupo que alienta a nivel internacional este movimiento católico de espiritualidad conyugal y ayuda mutua en la vida diaria de las parejas, González y Nemesio (Torrent, Valencia, 1956 y 1955, respectivamente) han visitado la Isla para compartir su experiencia con los "equipiers" (integrantes de un EMD) y los fieles menorquines sobre la pareja cristiana, el matrimonio y su inserción en la comunidad parroquial.

¿Existen muchas parejas interesadas en formar parte de EMD?

M. G.- Sí, más de los que os imagináis. Pero esas parejas no aparecen de la nada, forman parte de un colectivo, salen o bien de los cursillos prematrimoniales, impactadas por estos cursos quieren compartir su nueva realidad, o bien de la parroquia a la que siempre han estado vinculadas y que, una vez casados, se preguntan cómo puede vivir esta fe. En los EMD ofrecemos un camino, en un movimiento organizado, compuesto de laicos y animado por un consiliario.
P.N.- Sí que existen, aunque si no vas donde están, no sabes que existen. Y parejas mucho más jóvenes que nosotros que toman el relevo gracias, en nuestro caso, a un trabajo de 25 años en nuestra parroquia, La Asunción de Nuestra Señora de Torrent.
M.G.- Es importante formar a esas parejas jóvenes para que se sientan identificadas y contribuyan a que los EMD se revitalicen y crezcan en el seno de las comunidades parroquiales.

La fe es la base de los matrimonios católicos que integran los EMD, ¿qué ha supuesto en el suyo?

M.G.- Nosotros somos de la misma pasta que cualquier ser humano, pero desde la opción de la fe pones toda tu vida en manos de Dios, también tu matrimonio y esto hace que tanto las alegrías como las penas las vivas con mayor profundidad y serenidad. Casarse por la Iglesia implica que Jesús inicia contigo el camino que tú inicias y te acompañará en todo el recorrido.
P.N.- El matrimonio civil es una relación entre dos personas, en el matrimonio católico las dos personas se comprometen entre ellas, se compromete Dios y se compromete la Iglesia, con lo que cuenta con más ayudas que el civil. En su voluntad de permanencia y en su promesa de amor, fidelidad y entrega está Dios y la comunidad parroquial para ayudar. La experiencia nuestra es que nunca estamos solos. Dios nos acompaña con la Palabra, en la oración, los sacramentos y la comunidad parroquial a la que pertenecemos.

¿Esto excluye a las parejas homosexuales de los EMD?

P.N.- Sí, no tenemos demanda de este colectivo, no tiene ninguna razón de ser, como tampoco la tiene para el casado que rompe su matrimonio, aunque viudos o el cónyuge abandonado sí pueden continuar.
M.G.- Hay quizás más demanda de divorciados que se han vuelto a casar. No podemos desentendernos de esas personas y, desde el Evangelio, hay que darles respuestas aunque no formen parte del movimiento.

¿Son los problemas de las parejas que se incorporan en la actualidad a los EMD muy diferentes de los que tenían ustedes cuando comenzaron?
P.N.- Hay problemas comunes y otros que no lo son. En común está el acoplamiento a la pareja, la búsqueda de la confianza, la entrega, el ansia de ser feliz, la paternidad responsable. Todas las parejas quieren esto, las de hace 50 años, las de ahora y las de dentro de 50 años, la diferencia es que hoy lo tienen más difícil porque la cultura predominante es la de la ley del mínimo esfuerzo, la de conseguir todo rápidamente, y cuando surge cualquier dificultad, la pareja se rompe.
M.G.- Mi sensación es que las parejas de ahora han empezado la casa por el tejado, con una convivencia prematrimonial de la que cogen de la relación de pareja lo más lúdico (vivir en casa de los padres, pasar juntos fines de semana), cuando se casan e inician la vida en común se encuentra con lo lúdico y lo que no lo es tanto. Y llega la sensación de timo, de desen­gaño, de que lo que encuentran no es lo que esperaban. Se parte de un mal planteamiento, relacionado con lo del hombre 'light', y esto provoca muchísimas rupturas.

¿Más que entre los matrimonios vinculados a los EMD?

P. N.- Muchas más, en el seno del movimiento de los EMD hay parejas que se divorcian, pero es lo raro. Diría que en España el índice de rupturas no llega al 2 por ciento.

Esto demuestra la validez de los EMD.

M.G.- Sí, es una herramienta válida, los medios que proponemos y el grupo son de mucha ayuda.
P.N.- En la sociedad actual, una pareja sin una ayuda como la de los EMD está sola a la intemperie, necesita algo que le sirva de referencia y que contribuya a que aquello tan ambicioso a lo se ha comprometido pueda realizarse. Nuestro movimiento es de espiritualidad conyugal. Hace falta hablar cada vez más de la pareja. La Iglesia hace mucho hincapié en la familia, pero si la pareja no funciona bien, es muy difícil que la familia salga adelante.