Sánchez. "Fui un poco cañero pero es que no había otra manera" - Gemma

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"Estaba todo por hacer y lo hicimos todo, a escalones pero lo hicimos". La frase de Carlos Sánchez Lafraya resume bien el espíritu que permitió poner en marcha en Menorca en 1985 la Unidad de Reanimación y Cuidados Especiales, el precedente de la UCI actual. El doctor Sánchez Lafraya (Madrid 1946, "pero de familia navarra", puntualiza) fue uno de sus promotores y, pese a tener la jubilación a la vuelta de la esquina, como quien dice, no ha perdido la ilusión, el empuje y el sentido del humor con el que abordó el proyecto de la URCE, uno de los más estimulantes en los que ha participado, según confiesa.

"Llegué a la Isla en 1973 como teniente médico del Hospital Militar, que, por entonces, tenía una dotación más completa de especialidades que el Monte Toro, por lo que solíamos trabajar allí cuando acabábamos nuestro turno, hasta el punto de que el doctor Escudero y el doctor Cardona me pidieron que colaborara en Pediatría cosa que hice nueve meses", rememora Sánchez Lafraya. Fue así, como el doctor tomó conciencia de la situación del Monte Toro.

"Por las tardes no había médicos, sólo enfermeras que ante una emergencia intentaban localizarlos con más o menos éxito y todo se centralizaba en la habitación 201, donde teníamos todos los trastos y hacíamos desde reanimaciones a endoscopias. La tasa de mortalidad era bastante alta, de un 10 por ciento", continua Sánchez Lafraya, quien no se priva de comentar que por este motivo se apodaba a este "servicio" como "la celestial".
Con pocos medios, sin gerente que se decidiese a abordar la situación ni persona que pudiese formar al personal de Enfermería iba transcurriendo el tiempo en Monte Toro, según cuenta el especialista navarro. "La cosa cambio con la llegada del doctor Gascón a la dirección del hospital y con el doctor Ramos, que era el farmacéutico. Encontramos un sitio en la cuarta planta y el Espíritu Santo nos vino a ver en la persona de Ana Martínez, quien venía de montar la UCI del hospital Txagorritxu".

La mención de Martínez entristece a Sánchez Lafraya. "Era una persona con unos conocimientos médicos extraordinarios y un empuje sólo superado por sus excelentes condiciones personales", sostiene visiblemente emocionado el doctor quien junto con sus colegas Gascón y Ramos, la propia Martínez y Sintes, el administrador, centraron todos sus esfuerzos en el nacimiento de la URCE.

"No se podía abrir una UCI sin uciólogos y Menorca no los tenía. Yo conocía bastante bien el Servicio Navarro de Salud y sabía que a nivel comarcal las URCE estaban dando un buen servicio, unas unidades multidisciplinares en las que participaban principalmente cardiólogos, internistas y anestesistas, y ésta fue la solución que pensamos para la Isla", puntualiza Sánchez Lafraya.

Con la idea clara, se avanzó en su ejecución, invirtiendo 22 millones de pesetas en el equipamiento "lo mejorcito de lo que había entonces", apunta y luchando para conseguir los recursos humanos adecuados. "Del hospital no se quiso apuntar nadie, excepto Nuria Pons que había estado en la UCI de Palma y que fue un gran apoyo, y tuvimos que buscar enfermeras de la calle. Tanta era la ilusión que el mes anterior a la puesta en marcha de la URCE lo pasamos estudiando, dando clases, aprendiendo a manejar los aparatos, haciendo simulacros", relata.

Y así, el 15 de abril de 1985, la URCE menorquina abría sus puertas, sus seis camas y su equipo técnico y humano se preparaba para atender a los primeros pacientes, el primero de ellos, Cristóbal Bagur Ponsetí, ingresaba a las 11.30 de aquella mañana, inaugurando una nueva etapa en la atención sanitaria de la Isla.

"Los cuatro primeros años fueron magníficos, no he visto nunca hacer tanto a tan poca gente con tan poco", ensalza Sánchez Lafraya, quien todavía recuerda la "absoluta ilusión" de todos los profesionales que pasaron por aquella URCE, pese a que no fueron todo apoyos en un principio. "Algunos pensaban que estábamos locos pero los resultados avalan que no era así", asegura el cardiólogo.

Unos resultados fruto de una evolución continua, de la que surgieron especialistas con presencia física todo el día y nuevos retos de la mano de profesionales como los doctores Mallandrich, Lacueva, Pérez, Arias o Hernández Cid, entre los que Sánchez Lafraya remarca como hito una operación pulmonar.

"Creíamos mucho en lo que hacíamos y lo hacíamos con la vista puesta en los pacientes", subraya el cardiólogo, para quien la URCE contribuyó al salto cualitativo experimentado por la sanidad en Menorca y a ayudar a mucha gente. El espíritu de esa unidad de reanimación y cuidados especiales sigue vivo en la Unidad de Cuidados Intensivos, en la que se transformó la URCE con la llegada, en 1999, de especialistas en Medicina Intensiva.

"A mi me nombraron director de Medicina Interna y el doctor Fernández-Cid tomó el relevo. Se aprovechó para renovar todo el material y todo el proceso culminó con la apertura del servicio de Medicina Intensiva del hospital Mateu Orfila, todo un referente, gracias a la presión que, entre otros, hizo Marga Orfila, la supervisora", concluye sin poder evitar un poso de nostalgia y sin perder la alegría que da la satisfacción del deber cumplido.