"Devonshire". Crucero británico, a bordo del cual centenares de menorquines partieron hacia el exilio - Archivo

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Televisió Menorquina emitió el viernes el primer capítulo de "Menorca, el vent d'una guerra", dedicado a la Guerra Civil en la Isla, que forma parte del documental "Memòria i oblit d'una guerra", de TV Mallorca que ha sido producido por Cinètica Produccions. El segundo capítulo de este interesante documental se ofrecerá hoy lunes, a las 20.30 horas.

Los hechos ocurridos en Menorca entre 1936 y 1939 adquieren una especial relevancia en esta serie de TV Mallorca, que es la primera monografía audiovisual sobre la Guerra Civil en Balears. El hilo argumental se traza con la participación de varios historiadores que han tratado este episodio histórico y, por otra parte, determinadas personas que vivieron la guerra fratricida o que son descendientes de víctimas de la misma. El primer grupo está formado por Guillem Pons Pons, Miquel À. Casasnovas, Josep Massot i Muntaner e Ignacio Martín Jiménez, mientras que el segundo está compuesto por Antònia Carreras, Josep Palou, Albano Gómez, Galiop Caules, Pere Caules, Joan Huguet, Francisco Fornals y Pedro Orfila.

La documentación histórica constata que Menorca tenía poco más de 40.000 personas a principios de la década de 1930, con un notorio peso del tejido industrial y una parte importante de población urbana. Por su parte, la sociedad menorquina se caracterizaba por ser culturalmente rica y con un notable peso de la Iglesia y el caciquismo. Además, Miquel À. Casasnovas califica de mito el hecho de que la Isla fuese de izquierdas. Por otra parte, se constata la presencia de un amplio grupo de seguidores del anarquismo y la implantación de la escuela moderna, creada por Ferrer i Guardia. En este contexto se proclamó la II República en 1931, lo que generó muestras de alegría y esperanza. No obstante, Ignacio Jiménez subraya que la República no resolvió los problemas más acuciantes de aquellos años.

La victoria electoral del Frente Popular en 1936 derivó en el levantamiento militar del general Franco y la proclamación del estado de guerra el 20 de julio. El brigada Pedro Marquès se autoproclama nuevo comandante militar de la Isla -en septiembre fue sustituido por Nicanor Menéndez- y se inicia una etapa caracterizada por los desordenes, los destrozos de iglesias por parte de milicianos llegados de Barcelona y la elaboración de listas negras, que conllevaron el asesinato con el consentimiento de las autoridades militares de unas 200 personas en 1936. Cabe destacar el casi centenar de militares fusilados en La Mola en agosto y los 75 militares, sacerdotes y ciudadanos que estaban presos en el buque "Atlante". La llegada a finales de 1936 a la Isla del coronel José Brandaris de la Cuesta, como nuevo comandante militar, representó el cese de unas matanzas que conmocionaron a la sociedad menorquina.

La Menorca republicana estuvo exenta de las batallas que se sucedían en la península, aunque su aislamiento forzoso provocó cortes en el suministro de alimentos, que los habitantes padecieron con intensidad. La vida diaria transcurría con los bombardeos -algunos de ellos mortales- de la aviación italiana aliada con Franco. La caída de Barcelona en enero de 1939 representó el aislamiento definitivo de la Isla y la antesala a la rendición de Menorca a las tropas de Franco. El cónsul británico en Mallorca, Allan Hillgarth, negoció la intervención del buque "Devonshire" en febrero de dicho año para facilitar el embarque -desordenado y arbitrario- de 450 republicanos. Mientras tanto, en Ciutadella se produjo "Sa Girada", una sublevación militar al mando del teniente José Thomas que fue respondida por una operación militar de los republicanos, al objeto de evitar el paseo triunfal de Thomas hasta Maó. Muchos exiliados menorquines padecieron los excesos de los campos de concentración franceses y nazis. En la Isla, tuvo lugar la represión franquista, con miles de detenidos y decenas de fusilados, y el inicio de una larga postguerra.

El documental concluye con algunas interesantes reflexiones que patentizan las posturas enfrentadas sobre las consecuencias de la Guerra Civil y su revisión histórica. Albano Gómez asegura que "es triste no saber dónde esta enterrado tu padre. Los franquistas han tenido 70 años para recordar y llevar flores a sus muertos. ¿Por qué crean tanto revuelo cuando las personas de izquierdas queremos hacer lo mismo?". Por su parte, Pedro Orfila afirma que " hemos tenido 70 años para hablar, es el momento de que nuestros muertos descansen. Si hay que hablar, hablaremos todos y ello implica reabrir las heridas. Dado que hay heridas y muertos en ambos bandos, no solucionaremos nada".